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Cambiar nuestro pensamiento para cambiar el estado de ánimo

Publicado por Israel Rios

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Si miramos hacia adentro e investigamos nuestros procesos mentales nos daremos cuenta de que aunque muchas veces usamos las imágenes para pensar, en realidad son nuestras palabras las que guían todo el proceso del pensamiento de tal forma que la elección de estas palabras va a influir sobre nuestro proceso de pensamiento y este a su vez en otros procesos mentales y psicológicos como por ejemplo nuestro estado de ánimo.

Podemos decir que hablamos con nosotros mismos en el proceso del pensamiento y este pensamiento nos influye positiva o negativamente.

Toda esta introducción nos lleva a la conclusión de que lo que pensamos nos influye enormemente de tal forma que de alguna manera somos víctimas de nuestro propio pensamiento. Es por esto que lo que proponemos es aprender a usar nuestro pensamiento buscando las palabras adecuadas en cada momento.

El pensamiento tiene un gran poder sobre nuestro estado de ánimo y es por eso que tener un tipo de pensamientos constructivos y positivos con frases y palabras construidas por nosotros mismos de forma consciente y de una forma determinada nos ayudará a tener un mejor ánimo sin lugar a dudas.

Hay algunos consejos generales que podemos seguir como por ejemplo, no usar palabras y frases absolutas como nunca, jamás, siempre, etc y cambiarlas por palabras que sean más flexibles como a veces, a menudo, de vez en cuando, etc.

El uso de palabras como nunca a veces no son realistas y solo debemos usarlas cuando así es real y objetivamente. Mejor no usar el pensamiento absolutista sino el pensamiento flexible.

Sustituir palabras como debo o tengo que indican una obligación por palabras como quiero o deseo. No es lo mismo decir debo hacer tal cosa, como una obligación, a decir quiero hacer esa misma cosa como algo que anhelamos hacer.

También es aconsejable cambiar las palabras más extremistas por otras más moderadas. Por ejemplo, palabras como terrible, catástrofe, etc, las podemos sustituir por palabras que no nos indiquen situaciones tan dramáticas. Como se dice normalmente, usar palabras que quiten hierro al asunto.

Hay que aprender a hablar no en términos de éxito o fracaso rotundo sino aprender a valorar las puntuaciones intermedias. No pensar en términos de cero o de diez sino valorar todas las puntuaciones que hay en medio de tal forma que los fracasos no sean absolutos y podamos sacar lo bueno de ellos.

No usar el verbo soy sino el verbo hacer sobre todo cuando nos referimos a algún fracaso. No es que soy un fracaso sino que he realizado algo mal, por poner un ejemplo para que lo entendamos.

Para poder tener más control sobre nuestras emociones es importante que pensemos como si tuviéramos el control verdaderamente y para ello debemos de hacerlo de tal forma que los culpables de un fracaso, por ejemplo, seamos nosotros y no buscar culpables externos, evadiendo nuestras responsabilidades.

Podrás comprobar como el pensamiento usado en estos términos nos proporciona una nueva visión de la vida y de cómo afrontarla con mejor estado de ánimo.