Psicología Transpersonal-El valor de la subjetividad.
Toda terapia psicológica tiene un nivel profundo que corresponde al Ser. En general, la gente vive al margen de su mundo interior, sin tener conciencia de su experiencia subjetiva. Por medio de la psicoterapia se puede tener la oportunidad de lograrla y superar los condicionamientos sociales que obligan a ser desconfiados, a sentirse culpable de ser como realmente se es, impidiendo ser íntegros y prestar atención a las necesidades y anhelos personales.
Si una persona logra la libertad interior, su experiencia de estar viva puede ser muy distinta porque recién de esa forma podrá dar lo mejor de ella misma. La vivencia interna es el verdadero refugio y la que proporciona mayor vitalidad, gran poder y mayores posibilidades de crecimiento.
Los síntomas representan comportamientos que están expresando descontento consigo mismo; y se minimizan cuando una persona descubre que la vida es más digna de ser vivida y cuando puede percibir con claridad las mejores oportunidades y comprender los significados.
Hasta tanto no nos demos cuenta que somos los reyes de nuestro propio mundo interior, continuaremos buscando placeres y paz afuera, donde nadie puede encontrarlos. Una vez que se consigue experimentar el centro subjetivo, se puede tener más compasión por los que aún siguen luchando por ser como creen que deben ser, por su dedicación estéril y por tanta desesperación inútil.
No se sentirá soberbia de estar por encima de los demás, sino mayor humildad ante los grandes problemas de la humanidad y respeto por todos los logros realizados.
La psicología transpersonal también nos enseña que el camino hacia la autoconciencia y la autotrascendencia no es lineal. A veces, puede parecer que damos un paso adelante y dos atrás. Pero cada paso, incluso los que parecen retrocesos, son en realidad parte del proceso de crecimiento y desarrollo.
Mientras la gente se sienta víctima de su destino y no artífice de su vida, sus esfuerzos serán vanos. Esa es la mayor tragedia que vive el hombre, desconfiar de si mismo y estar en contra de su propia naturaleza.
Somos lo que percibimos y la búsqueda interior produce un cambio en la manera de percibir aportando luz a la oscuridad que permanece oculta por la ignorancia. La percepción tiene muchas más posibilidades de las que somos conscientes; y no sabemos si realmente tiene algún límite, puesto que pertenece a otra dimensión fuera de cualquier límite y contenido.
La esencia del hombre es de un potencial inimaginable y se encuentra en cada uno de nosotros. Se revela a través de nuestras aspiraciones, de nuestra compasión por la tragedia humana, en el deseo de dignidad, en el sentimiento de misterio, en la curiosidad y la necesidad de la exploración y el descubrimiento.
Solamente en lo más hondo del si mismo están las intuiciones más profundas; y la posibilidad de trascender la condición de seres limitados por el cuerpo. Este proceso de trascendencia no es un acto de voluntad, sino un proceso natural que se produce cuando nos permitimos ser auténticos y vivir de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza.
Con frecuencia se ha penso que la búsqueda del conocimiento del si mismo es una actitud egoísta que está en contra del compromiso social y de la necesidad de participar en la sociedad. Sin embargo, nada está más lejos de la verdad que esas críticas, porque el conocimiento interior trasciende necesariamente el interés por el propio ego, ya que es la condición necesaria para que surja espontáneamente la preocupación el el bien del otro y por el deseo de vivir en forma armónica con el ambiente.
El mayor peligro para la sociedad es el hombre que no se conoce a si mismo, ya que tampoco tendrá la posibilidad de entender las necesidades de los otros. El autoconocimiento produce la expansión de la percepción y genera la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza en lugar de luchar contra ella.
Sólo cuando se comienza a vivenciar el si mismo se reconoce la necesidad de la conducta ética y de servicio; se está menos dispuesto a imponerse a los demás para hacer la propia voluntad; se pueden trascender los deseos egoístas y vuelve el interés por lo simple.
Fuente: «Más allá del ego», Abraham Maslow y otros.