Psicología Transpersonal – Parte II
Si creemos, todo lo que deseamos lo concretamos, porque creer es poder
Las experiencias transpersonales no se reducen a la memoria de las vidas pasadas sino que abarcan un amplio espectro.
Las personas que han vivido situaciones cercanas a la muerte suelen tener las mismas visiones independientemente de su cultura, educación, edad, o creencias.
Visualizan una luz muy blanca al fondo de un largo y oscuro túnel que los atrae hacia ella vivenciando sensaciones de amor y compasión, aunque se trate de personas incrédulas, pragmáticas y ateas.
Algunos relatan su encuentro con personas queridas y con seres celestiales que les indican que ese no es el momento y que deberán volver, orden que se les hace difícil cumplir debido a la extraordinaria sensación de bienestar y seguridad que sienten, pero que tienen que acatar.
Los científicos explican estas experiencias como la capacidad que tiene el cerebro al sufrir una disminución de oxígeno, de segregar una sustancia llamada endorfina que produce un intenso bienestar en momentos cercanos a la muerte.
Pero estas explicaciones científicas no parecen ser muy convincentes si tenemos en cuenta que no todos los que se recuperan recuerdan.
Los viajes astrales son experiencias que se pueden lograr en estado de relajación. La conciencia puede separarse de sus límites físicos y abandonar el plano material, flotar en las profundidades del espacio, libre de las ataduras del tiempo y el espacio. Es una importante experiencia de expansión espiritual que la psicología transpersonal también investiga.
El proceso creativo también se trata de interpretar más allá del plano físico, debido a los relatos de personas muy imaginativas que perciben sus ideas y su inspiración sin pensar.
Hay personas que reciben información veraz a través de los sueños y otras que durante la vigilia escriben automáticamente mensajes, sin interferir en el proceso en forma consciente, como instrumento de otra voluntad que no es la propia.
Los fenómenos de sincronicidad, que representan los hechos altamente improbables que nos suceden y que se combinan significativamente para cumplir nuestros deseos, son atribuidos al azar, pero es difícil creer que el azar pueda provocar una secuencia de sucesos favorables ordenadamente, porque los hechos fortuitos son caóticos.
Estos fenómenos se conocen como milagros, que ahora ya no se consideran tales, sino que sería un poder natural aún desconocido de materializar la ocurrencia de fenómenos con el pensamiento.
La física cuántica y los neurofísicos han descubierto que nuestros pensamientos afectan nuestros cuerpos físicos e investigan las curaciones llamadas «milagrosas» para llegar a conocer su mecanismo.
Otro fenómeno peculiar es la canalización espiritual, o sea la capacidad psicológica de conectarse con energías más sutiles de otros planos y dirigirlos a la dimensión de la materia para conectarse con ellos.
La ciencia actual reconoce la existencia de universos paralelos en otras dimensiones, totalmente diferentes o iguales al nuestro. De modo que los Universos, incluso el nuestro, tendrían principio y fin pero al mismo tiempo seguirían existiendo como partículas eternamente hasta transformarse nuevamente en otros universos.
En el futuro podría existir una forma de comunicación tecnológica con esos universos y eventualmente con los seres que lo habitan. Puede que ahora sólo se esté logrando esta posibilidad con el pensamiento.
En estos momentos de caos, cuando la información nos envuelve y trata de convencernos del sin sentido de la existencia, cuando los valores se están perdiendo y la búsqueda de nuevas respuestas nos obsesiona, una nueva mirada esclarecedora aparece en psicología intentando aportar una interpretación más amplia de la realidad que permita al hombre trascender su cuerpo y superar su finitud recuperando su espíritu perdido.
Lo que parecía inexplicable la ciencia comienza a revelarlo a la luz de los nuevos descubrimientos sobre la realidad de la materia a niveles subatómicos.
Los átomos son indestructibles y eternos y están formados por partículas que son también inmateriales y toda la realidad está compuesta por las mismas partículas.
Nuestros cuerpos están hechos de las mismas sustancias de las estrellas. No estamos aislados ni separados y nuestra existencia tiene un sentido, porque formamos parte de algo mucho mayor perfectamente organizado y natural, inexplicable aún racionalmente pero que el hombre siempre pudo entender intuitivamente.