Psicología y Enfermedad – Parte I
Todo pensamiento es también una molécula
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La ciencia reconoce la influencia de los estados emocionales en las enfermedades. La Medicina Psicosomática trata este tema y recomienda el abordaje de estas patologías desde las perspectivas psicológica y orgánica con un enfoque global de la enfermedad.
Más allá de esta disciplina se encuentran todas las demás enfermedades que también expresan en forma muy significativa nuestros estados de ánimo, nuestros pensamientos y también nuestra forma de ver el mundo.
Cada pensamiento es una molécula de modo que cada estructura mental puede crear una enfermedad específica en el cuerpo. De la misma forma, si fuéramos capaces de cambiar nuestros pensamientos, nuestra cosmovisión o nuestros estados emocionales podríamos lograr recuperar la salud.
La enfermedad que la mayoría de las personas más teme es el cáncer y actualmente se sabe que un resentimiento antiguo y profundo puede ser una de sus causas.
El resentimiento es una herida emocional que experimentan personas sensibles que han perdido la confianza en los otros. No pueden olvidar ni perdonar y la vida se convierte en una cadena de desilusiones. El nivel de autoexigencia también está exacerbado y la autovaloración disminuida principalmente por la idealización de las expectativas tanto propias como ajenas.
Las personas con estas características, mientras gozan de buena salud, tienen baja la autoestima, se auto compadecen y tienen dificultades para mantener relaciones significativas mucho tiempo.
El cáncer consiste en un desarrollo anormal de células que se niegan a morir desconociendo la información genética que ordena el proceso natural de la vida. Estas células exceden las limitaciones de sus funcionan y adoptan otras que finalmente terminan destruyendo toda la estructura del cuerpo.
Los tumores son falsos crecimientos, heridas cultivadas que no han cicatrizado que con el tiempo se transforman en un cáncer.
Durante mi trabajo como Psicóloga concurrente del Servicio de Oncología del Hospital Rivadavia de la ciudad de Buenos Aires, realicé hace algunos años una investigación con personas con cáncer desde el punto de vista de la personalidad.
Los resultados de las encuestas evidenciaron características de personalidad autosuficiente, tendencias a extralimitarse en el desempeño de sus roles, carácter sobre protector, individualismo, adicciones y actitudes hacia su enfermedad que se distinguen de las expectativas corrientes.
Llamó mi atención que buena parte de las encuestadas, en esta oportunidad del sexo femenino solamente, no demostraban sentirse demasiado afectadas emocionalmente por la enfermedad, asumiéndola por el contrario con suma entereza y naturalidad, como algo merecido o esperado, siendo los peores afectados los familiares, quienes eran los que se mostraban más perturbados y preocupados, poniendo en evidencia que en estos casos sostenerlos a ellos es la tarea esencial del psicólogo.
Durante el transcurso de la enfermedad, estos pacientes tienen la oportunidad de recibir una esmerada atención de todas las personas significativas que los rodean y de convertirse en ese período en el centro. La enfermedad siempre tiene un beneficio secundario, en este caso, tal vez ocupar el lugar de privilegio que nunca sintieron que tuvieron.
Las experiencias que en la vida nos suceden a todos, en estas personas dejan profundas huellas que no se borran. No se trata de lo que les ha pasado sino de cómo han vivido lo que les ha pasado.
(Continúa en Parte II)