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Herencia y experiencia

Publicado por Malena

Estudios recientes revelan que la genética y el ambiente intervienen en forma conjunta en el desarrollo de un ser humano.

Los genes no determinan a una persona porque son los mecanismos epigenéticos, o sea todos los demás factores no genéticos que intervienen en el desarrollo de una persona, los que controlan la activación de los genes o no; y el ambiente es el que modula los genes que se transmiten a la descendencia.

Es también la epigenética la que interviene en el desarrollo de trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia.

Los gemelos univitelinos que poseen un genoma idéntico pueden sufrir de enfermedades diferentes porque aún teniendo los mismos genes, es la vida que hacen la que va determinando las características distintas de cada uno.

La genética se ocupa de investigar el ADN, o sea la información heredada, pero la epigenética trata de descubrir por qué un determinado factor hereditario aparece o no.

Es la epigenética la disciplina que puede modificar el concepto sobre la interacción entre los genes y el ambiente.

El ADN tiene almacenada la información pero no tiene la función de activarla; porque existen ciertos mecanismos moleculares, aparte de el ADN, que determinan cuáles serán los datos genéticos que se activarán y cuáles permanecerán sin activar.

Hay moléculas que se adhieren al ADN, que cuando no se desprenden y se asientan en un gen, lo desactivan.

En 2005, Manel Esteller y su equipo de investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de Madrid, estudiaron 80 gemelos univitelinos de entre 2 y 74 años y reunieron información sobre sus costumbres, hábitos alimenticios, prácticas deportivos y demás actividades que realizaban en forma frecuente.

Los gemelos mayores se diferenciaban más que los menores desde el punto de vista epigenético, lo que muestra que los factores externos ambientales, en las personas de más edad que pasaron más tiempo separadas, ejercían mayor influencia.

En gemelos univitelinos, la activación génica heredada, con el envejecimiento se modifica. Sin embargo, un gen liberado puede también ser bloqueado.

Las investigaciones realizadas con ratones muestran que los que fueron cuidados por su madre durante su infancia resisten más el estrés durante el resto de sus vidas.

Un estudio realizado a víctimas de suicidio fallecidas que habían sido traumatizadas en la niñez, confirmó que el tejido de sus cuerpos tenían menos ARN mensajero que el de los suicidas que no habían sufrido traumas en la infancia.

Los genetistas Anthony Isles y Lawrence Wilkinson de la Universidad de Cardiff, investigaron si es verdad que las experiencias sociales se pueden heredar de una generación a otra por medio de cambios genéticos.

Sus estudios corroboraron que la atención de las ratas madres a sus hijos, además de modificar en las crías su resistencia al estrés, se transmiten, por lo menos, a la generación siguiente.

Probablemente estas modificaciones, desde el punto de vista molecular, no se hereden a generaciones posteriores, posiblemente porque es el factor ambiental el que provoca el cambio. Pero para afirmar esta hipótesis es necesario realizar la investigación que corresponde.

El genetista Claus Bartram, del Instituto de Genética Humana de Heidelberg, afirma que las marcas epigenéticas se preservan de una célula madre a sus descendientes aún si todavía no nacieron.

Un niño normal hereda 23 cromosomas del padre y 23 de la madre, o sea que en cada célula de su cuerpo tendrá dos versiones del mismo gen, por lo que es lógico suponer que ese niño recibirá una mezcla equilibrada de ambos progenitores.

Sin embargo, las investigaciones sobre este tema contradicen este supuesto y parece ser que en algunas zonas cerebrales predominan los genes del padre y en otras los de la madre.

El equilibrio de la información genética de ambos progenitores es esencial para el desarrollo del niño, ya que la alteración de esta información produce trastornos neurológicos graves.

Los investigadores llegaron a la conclusión que los genes del padre participan más en el desarrollo de conductas instintivas, como la alimentación y la sexualidad y los genes de la madre contribuyen al desarrollo de funciones cerebrales superiores.

Fuente: “Mente y Cerebro”, No.47/2011, Christian Wolf, doctor en filosofía y periodista científico; y Melinda Wenner Moyer, periodista científica.