El Amor y el Crimen
Todos los días la prensa amarilla revela noticias sangrientas, difíciles de comprender.
Los crímenes pasionales son los más comunes y sorprende que sean cometidos en forma frecuente por personas maduras, generalmente en un rapto de locura.
El motivo que desencadena un acto de violencia no es importante, porque es común que se trate de una relación conflictiva que ha ido acumulando a lo largo de su historia, hostilidades, agresiones, celos y resentimientos difíciles de superar, que terminan generando una tragedia.
Los celos, muchas veces infundados, pueden ser la causa más común cuando se trata de una pareja.
Lo más grave, es que estos asesinos, fueron siempre una amenaza para sus familiares, ya que se trata por lo general de personalidades psicopáticas con toda una trayectoria de agresiones que finalmente terminan quitándole la vida a sus víctimas.
El desequilibrio psíquico pudo estar presente siempre, manifestándose como una caracteropatía o como una personalidad psicopática; que son formas de carácter que dan lugar a conductas más o menos antisociales, sin que la alteración de la conciencia sea demasiado evidente.
Esta característica representa una gran dificultad para el diagnóstico debido a que engloba diferentes trastornos, como las anomalías graves del carácter, el fanatismo, la inestabilidad, la terquedad, la impulsividad, la violencia, etc.
El campo de la psiquiatría reconoce como denominador común de este cuadro la tendencia a la conducta antisocial, la impulsividad, y los problemas afectivos, de la personalidad y del carácter.
El carácter impulsivo de las conductas no permite adaptarse al sujeto a la disciplina moral y social, quebrándose su mecanismo inhibitorio normal ante determinadas circunstancias del medio que juzga intolerable.
La personalidad psicopática, término creado por Kraepelin, es definida por el psicoanálisis como “neurosis de carácter” o “neurosis impulsiva”; como una enfermedad producto del medio, mientras que la psiquiatría tradicional tiene una concepción de esta anomalía como de carácter innato o de origen somático.
El consumo de alcohol, que es un hábito frecuente en estas personas, agrava sus síntomas, volviéndolos irritables y violentos y haciéndolos reaccionar en forma descontrolada; y es así que la mayoría de las veces estos crímenes impulsivos han sido favorecidos por el alcohol.
El más pequeño obstáculo genera una irresistible necesidad de acción, que se dispara de inmediato, sin posibilidad de reflexión, y sin considerar las consecuencias de los actos.
El comportamiento impulsivo descontrolado de estas personas se asemeja a un ataque convulsivo de epilepsia que lo lleva a descerrajar veinte puñaladas sobre la víctima, aún cuando una sola ya le haya provocado la muerte.
El crimen y la sexualidad regresiva perversa forman una unidad en estas personas, que como efecto de un gran vacío existencial dan satisfacción a sus necesidades desesperadas de su frenético sadomasoquismo.
Por lo general el fin de estos psicópatas es en un hospital psiquiátrico o en una prisión debido a que generalmente estas disposiciones caracterológicas persisten inmodificables, desalentando cualquier esfuerzo médico social.
Solamente algunas pocas veces, en edades avanzadas, la inmadurez psíquica termina corrigiéndose, siempre que las condiciones del medio le resulten favorables.
La conducta moral adulta aparece como resultado de un nivel superior de integración, de la adaptación social y la ética personal; que exige actitudes racionales y un grado satisfactorio de afectividad que se expresa mediante la tolerancia a la frustración inevitable y la aceptación de los límites de la búsqueda del placer.
Todo esto conduce a la responsabilidad que representa la aceptación de las consecuencias de todos los actos dando lugar a valores ideales.
La patología mental demuestra el fracaso de este mecanismo en los dramas que se suscitan a diario, como consecuencia de las conductas antisociales de estos sujetos.