Amor y Odio filial animal
En el reino animal, los leones machos que atacan un harén de leonas con sus crías, matan al macho adulto que encuentran y a sus cachorros.
Durante los primeros días, en lugar de aparearse con las hembras, se dedican a buscar a las crías que la madre logró esconder por los alrededores, para exterminarlos, y muchas veces también se los devoran.
Hacen lo mismo con las crías que tienen en gestación, que son abortadas por el estrés sufrido por sus madres.
Después de ocho meses las hembras quedan preñadas nuevamente, y cuando tienen a los cachorros, los nuevos dueños del harén les prodigan desmedidas atenciones y cuidados.
Este fenómeno se suele asociar con la conducta humana y el maltrato que suelen recibir los hijos de sus padrastros, aunque las estadísticas de estos hechos no parecen ser significativas.
Es común que los maltratos y daños físicos los reciban los hijos de sus propios padres, que en general suelen producirse cuando no se ha logrado establecer el vínculo amoroso.
El profesor de zoología Christian Vogel, estudió a fondo el infanticidio entre los animales y comprobó que no se trata de una práctica generalizada y que solamente se produce cuando las hembras del haren que conquistan los machos, los rechazan.
Por ejemplo, en el caso de una especie de monos de la India, los machos, frente al rechazo de la hembra, no dirige su agresividad hacia ella sino hacia los hijos. Esta conducta es común en las relaciones filiales humanas.
Los rasgos infantiles despiertan en los animales, sin distinción de sexo, una reacción instintiva de atracción y ternura hacia las crías e inhiben la agresividad; pero el verdadero amor materno y paterno sólo se instala cuando se establece el vínculo.
Pero en los machos, este sentimiento de protección y ternura se puede transformar en furia asesina si es rechazado por las hembras del grupo.
Esta actitud infanticida de los machos contradice la ley darwiniana de la conservación de la especie, aunque algunos se inclinen a justificar estas matanzas masivas convencidos de que los animales lo hacen para que las hembras vuelvan a quedar en celo y se dejen aparear para tener sus propias crías.
Es poco probable que un animal sea capaz de hacer este tipo de razonamiento, ya que no tienen condiciones para establecer relaciones complejas, como sería la de vincular apareamiento con parto y nacimientos.
Según la teoría del zoólogo británico profesor V.C.Wynne-Edward, estos actos infanticidas pueden ser fenómenos relacionados con la regulación demográfica, ya que cuando la población aumenta suelen producirse graves síntomas degenerativos en las especies animales.
Esto también se puede notar en la población humana mundial, cuyo incremento demográfico coincide con un aumento de la competencia, la violencia y la agresividad de los individuos.
El zoólogo alemán Dr. Walter Bäumler, pone el ejemplo del ratón de campo que no necesita matar a las crías para aparearse con sus madres, ya que pueden copular con las pequeñas lactantes.
En este caso, el olor de los machos extraños actúa en las hembras como anticonceptivo y además interrumpe el desarrollo del embrión que llevan en el vientre en todas las hembras de esa madriguera, ya que existe la sincronización del estro en la mismo nido, produciéndose abortos espontáneos.
Sólo se salvan temporalmente los que están a punto de nacer, pero ni bien salen a la luz el macho los devora para luego aparearse con la madre.
Este proceso de conquista furiosa de madrigueras, interrumpe el ciclo de reproducción de las hembras y no llega a desarrollarse ninguna cría.
Trasladado a la especie humana, este fenómeno podría ayudar a explicar algunos casos de esterilidad en mujeres.
Los anfibios no distinguen bien a otros animales si son pequeños y pueden comerse a sus propias crías.
Hembras muy jóvenes, que aún no han madurado su predisposición instintiva para el cuidado y el amor a sus crías pueden llegar a matar a sus hijos cuando interfieren y molestan en el nido.
Fuente: «Calor de Hogar», Vitus B. Cröscher, Ed. Sudamericana/Planeta, Barcelona, 1985