Sexualidad Animal
La comparación de la sexualidad de las distintas especies nos brinda interesante información sobre este tema que cumple además otras funciones además de la reproductiva.
Tradicionalmente, en general, el sexo se determina de acuerdo a los cromosomas heredados, sin embargo en la diferencia sexual también tienen una función muy importante los factores hormonales y puede ser frecuente que los animales adopten comportamientos similares al sexo opuesto.
En principio, la ciencia acepta el supuesto que la hembra sea el sexo ancestral y el macho un derivado. En cuanto a las características sexuales, éstas intervienen en el aspecto, la forma, la conducta y los procesos de los elementos químicos que componen los organismos pluricelulares.
En los vertebrados, el sexo tiene distintas maneras de manifestarse, además de diferencias a nivel químico, anatómico y en lo que se refiere a la conducta.
El comportamiento sexual típico es la copulación, acto en que el individuo dotado de testículos es el que insemina y el provisto de ovarios recibe esa inseminación.
Además, existen otras diferencias como el nivel de actividad, la regulación del peso y del tamaño del cuerpo, el nivel de agresividad y los patrones de aprendizaje.
Algunas de estas distinciones se deben a desigualdades sistemáticas en regiones del cerebro que actúan en forma indirecta.
Las características masculinas se deben principalmente a los andrógenos, una hormona que proviene de los testículos; los organismos que no tienen testículos desarrollan ovarios que son las glándulas que segregan hormonas femeninas como el estrógeno y las progestinas. En este sentido, el sexo neutro es el femenino y el organizado el masculino y las hormonas participan en la diferenciación sexual.
Los embriones de los mamíferos comienzan su desarrollo con un tejido sexual primitivo que luego de la activación genética se transforma en femenino o masculino. Posteriormente, las hormonas actúan en el embrión controlando la formación de los genitales; pene y escroto en los individuos masculinos y útero, clítoris y labios vaginales en los femeninos.
Elementos de la sexualidad adulta dependerán de de las hormonas que rodeen al feto durante su desarrollo.
Aunque las hormonas controlen el desarrollo neuronal en los mamíferos, parece ser que el cerebro nunca pierde completamente la estructura doble que permite la conducta sexual homotípica y heterotípica.
Algunos peces y reptiles no cuentan con cromosomas sexuales, pero tienen activadores no genéticos que marcan la diferencia de sexos. En esas especies el factor condicionante del sexo es el entorno, como la temperatura en la que el embrión se desarrolla.
Otras especies no tienen diferencias sexuales y se reproducen por partogénesis, que es un proceso no sexual. Se considera que esta característica puede ser un precursor evolutivo pre-genético.
La temperatura es la que controla el sexo en muchos reptiles, como los cocodrilos y muchas tortugas. Aunque no tienen cromosomas sexuales, su sexo se mantiene luego toda la vida. En estas especies el sexo se determina durante el desarrollo embrionario.
Las temperaturas intermedias producen una distribución sexual equilibrada. En algunas especies las temperaturas altas y bajas producen hembras y las intermedias machos.
Se ha observado que las diferencias de temperatura influye en la maduración de las hembras que posteriormente pueden resultar menos atractivas sexualmente y ser más agresivas, por haberse desarrollado en temperaturas de incubación que predisponía a la aparición de machos.
Se supone que incluso en los mamíferos las diferencias en la temperatura puede regular la organización de las hormonas esteroides.
Otra forma de control no genético del sexo se puede observar en los organismos hermafroditas, o sea en los individuos que poseen gónadas masculinas y femeninas.
En esos casos el entorno social es el que controla el papel reproductor, o sea que son los estímulos sensoriales y no los cromosomas los responsables de las diferencias sexuales.
Los peces hermafroditas pueden pasar de un sexo a otro al advertir un cambio en el número de individuos a su alrededor.
Fuente: Revista «Investigación y Ciencia» Edición española de Scientific American, Prensa Científica S.A., Barcelona, 2do.trimestre 2009