La Sexualidad Infantil
A un niño le hace mal ver un acto sexual
Sigmund Freud, en su teoría psicoanalítica, sostiene que el bebé recién nacido viene con impulsos sexuales, que luego, durante el desarrollo van doblegándose debido a una represión progresiva, la cual puede detenerse por el progreso regular del desarrollo sexual o por causas individuales.
La observación de casos frecuentes de impulsos sexuales, que se suponían inexistentes en la infancia, y teniendo en cuenta los recuerdos infantiles en las neurosis estimularon a Freud a investigar sobre el tema del comportamiento sexual de los niños.
A partir de los tres o cuatro años se comienzan a notar manifestaciones de vida sexual en la infancia y durante esta etapa se formará la tendencia que marcará el curso del instinto sexual.
La educación en gran parte puede contribuir a bloquear la debida canalización de estos impulsos pero, este desarrollo está orgánicamente condicionado y es hereditario.
Por lo tanto, en este período la energía sexual puede ser desviada en parte o totalmente hacia otros fines diferentes, socialmente aceptables, y este proceso lo denomina sublimación.
Por otra lado, dado que durante la infancia los impulsos sexuales no pueden canalizarse adecuadamente, debido a que la función reproductora aún no está desarrollada, tales impulsos deben ser necesariamente perversos, implicando zonas erógenas y tendencias que provocarán emociones contradictorias. Por un lado placer pero por otro displacer por el significado cultural moral, de pudor, o de repugnancia.
Por ejemplo, la succión del pulgar común a muchos chicos, que no da como resultado la obtención de alimento, se constituye como elemento placentero por si mismo y es considerado por Freud como una manifestación sexual.
Este hecho nos permite observar que el instinto no se orienta hacia otras personas sino que se centra en el propio cuerpo.
No todos los niños continúan con este placer por la succión, sólo permanecen en él aquellos cuya constitución los llevó a darle importancia a su zona erógena labial.
Freud dice que si la importancia de esta zona erógena perdura, estos niños en la edad adulta pueden estar inclinados a la bebida o el cigarrillo, y si se reprimen, podrán sentir asco por la comida, sufrir de vómitos histéricos, perturbaciones anoréxicas, globo histérico, u opresión en la garganta.
El objetivo sexual infantil es lograr la satisfacción estimulando la zona erógena elegida; y el estado de tensión interior que produce displacer en el niño y la sensación centralmente condicionada que se proyecta en la zona erógena, es lo que le produce la necesidad de la satisfacción.
También la zona anal está sujeta a excitaciones constantes en la infancia que pueden inclinar a una persona a conservar para toda la vida esta parte de su cuerpo como zona genital.
La masturbación, que consiste en la estimulación de los órganos genitales (clítoris y pene) de ambos sexos, aparece ya en los niños de pecho, se reanuda a los tres o cuatro años, reincide en la pubertad y puede continuar toda la vida.
Las poluciones nocturnas son masturbatorias y no necesitan estimulación alguna para lograr la satisfacción, produciéndose esta sensación tanto en varones como en mujeres.
Para la reaparición de la masturbación en cada etapa intervienen tanto factores internos, o sea los estados de tensión, y externos, como los abusos o la seducción, causada tanto por otros niños como por adultos.
Cuando los niños en edades tempranas son espectadores del acto sexual entre adultos, lo consideran como un maltrato o un abuso de poder, o sea que se asocia a un acto sádico. Estas experiencias pueden predisponer a ese niño, una vez adulto, a desplazar hacia el sadismo el fin sexual.
Después de la pubertad, para la elección de pareja se deberá renunciar a todas las fuentes de excitación infantiles y continuar la sexualidad bajo la supremacía genital.
El ideal de la vida sexual consiste en la unión de todos los deseos en una misma persona, y todas las zonas erógenas contribuirán al placer del acto sexual como preliminares.