Detrás de la madre…
Todo el esfuerzo de Lacan en estas clases del Seminario 5, dedicadas a los tiempos del Edipo es para resolver la prevalencia de ese objeto, de ese objeto de deseo que introduce Lacan allí. Que es de una precocidad enorme, y se lo ve funcionar en todo lo que vimos relativo al funcionamiento de su objeto. Ese objeto que el niño es, o lo tiene… Todas las variantes que se les ocurran y con todas las chances de fijaciones perversas variadas que se quieran pensar.
Pasa que luego, al adjuntarle con más claridad la tríada -la simbólica- Lacan dice que posiblemente ese objeto es imposible de pensar si no hay un orden cultural que ha dado la respuesta falo al deseo del otro.
Entonces, si uno dice «vale ¿qué deseas? Salud, dinero y amor. Pero salud, dinero y amor es todo un orden cultural… Porque en otra persona podría ser que desee una vida breve, gloriosa y morir, eso. No quiere salud, dinero ni amor, quiere la gloria muriendo joven.
Pero para el niño, en ese tiempo que llamamos el primer tiempo del Edipo, se tratará de objetos totalmente imaginarios.
Y estos empalmes van a llevar ¿a qué del niño que engancha con ese simbolismo primordial (del que les hablé el post anterior)? No es él al nivel del yo, ni es el cuerpo imaginario, así que esto será ya un sujeto. ¿Cuál? El que está ya representado un significante para otro. Recuerden la definición de sujeto en esa época: lo que significa un significante para otro.
Desde este punto de vista, la madre es eso: puede ser muy guapa, puede ser la imagen maravillosa que se les ocurra, una diosa; o una madre típica de las peleas y de la frustración y no sé qué, entonces ya no es esto que era… Es el yo imaginario y su réplica en el espejo, la madre como pequeño otro. Eso está, eso forma parte del plano imaginario. La «viveza» de Lacan es decir que es notable que esto nunca se dé en un plano exclusivamente especular, inmediatamente hay los objetos.
¿Y cómo se abrocha en la relación imaginaria, esa otra cosa?
En los primeros esquemas de Lacan tenemos indiscutiblemente que hay una relación imaginaria que está rearticulada por otra cosa, que es una relación del sujeto a lo simbólico.
Entonces tenemos esto a nivel del niño -ya sujeto del significante- una madre simbólica, más allá de su presencia imaginaria, y un objeto tercero que para el niño está sumergido en ese plano imaginario, pero para nosotros hay que ver cómo apareció por la pertenencia de la madre a un Otro, que está por detrás.
Si no tiene en absoluto referencia a ese orden tendremos graves problemas. Y por ende, un fracaso del niño para poder ubicar ese objeto y comenzar su falicización.
Lo que Lacan ya tiene claro con ésto que dice aquí es que no se puede pensar la constitución de un objeto fálico solamente desde la madre simbólica. Porque la madre simbólica es solamente un significante, un enigma y su falta.
FUENTE: LACAN, JACQUES. EL SEMINARIO, LIBRO 5 «LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE»