El Amor y el Misterio
Es inútil revelar el misterio si es que a entregarme tengo miedo
La condición fundamental para el logro del amor verdadero es la superación del propio narcisismo, que experimenta como real sólo lo que existe en el propio interior y lo externo se considera sólo desde el punto de vista de su utilidad o peligro para el si mismo.
Conviene no saberlo todo de quienes amamos, y también no contar todo de nosotros mismos; dejar un espacio para la sorpresa y el asombro donde cada uno puede ser como quiere.
El miedo a la pérdida puede transformar a una persona en un especialista del absurdo, complaciéndose en tejer historias a partir de cualquier elemento sospechoso que sugiera algo inconfesable oculto.
Hay un nivel de intimidad personal que no debería ser descubierto nunca y permanecer siempre en secreto, porque cuando exteriorizamos toda nuestra interioridad, nos quedamos vacíos. Es necesario conservar algo, lo más íntimo que nadie tiene el derecho de conocer.
Pregonar todo de nosotros mismos no nos hace más honestos, sólo más indiscretos y la discreción es una virtud, porque nuestra historia no puede ser una condición para el amor.
Las confesiones son descargas que pueden resultar inconvenientes en el amor porque pueden ser incomprendidas. El otro, ve las cosas vividas por quien no es él, desde afuera, y desea saber pero también teme saber.
Respetar el misterio que es el otro es la parte enigmática que debería tener toda relación para mantener viva la atracción y para no perder la oportunidad de llegar a sorprender.
Cuando la revelación es total, se pierde el misterio y quedamos huecos y definidos, nos convertimos en un concepto sin el encanto de la incógnita.
El amor que se entiende como descubrimiento sin límites es posesivo porque pretende invadir y apoderarse de la voluntad y la autonomía del otro para manipular.
El polo opuesto del narcisismo es tener la capacidad de ver a la gente tal como es, y poder separar esa imagen de la que forman los propios deseos y temores, porque la preocupación deteriora una pareja, el miedo la va secando y la desconfianza termina por separarla.
Confiar en nosotros mismos es el primer paso para confiar en los demás, porque cuando sospechamos es porque también nosotros somos capaces de provocar esa misma sospecha.
Nuestras actitudes en el amor nos pueden asegurar una relación estable o nuestra imposibilidad de lograr el amor verdadero.
Tratar de conocer a otro es tan imposible como conocernos a nosotros mismos porque todo ser humano va siendo él mismo mientras va existiendo y cualquier cambio lo convierte en una persona diferente.
Ser diferente todos los días es lo que hace a una persona única y ser y dejar ser en el amor es la clave. Significa responder a las necesidades del otro de Ser, apoyándolo, sin temor al abandono, respetando su desarrollo y propiciándolo y dándole libertad sin reservas
Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en ese núcleo más profundo que pretende definirla y lograr el poder absoluto.
El lado extremo de esa necesidad de saber sobre el otro es el sadismo, el deseo de hacerlo sufrir, de torturarlo, para obligarlo a traicionar su secreto.
En este anhelo de penetrar en el secreto del hombre y por lo tanto, también en el nuestro, y en el misterio de la vida, está la motivación esencial para la manifestación de la crueldad y la destructividad.
La única forma de alcanzar el conocimiento total es el acto de amar, porque trasciende el pensamiento y las palabras. Es una entrega temeraria a la experiencia de la unión.
La entrega es lo único que nos permite conocer al otro profundamente y también es lo que nos da la posibilidad de concer a Dios.