Héroes Cotidianos
Todos alguna vez hemos leído sobre las hazañas de antiguos héroes mitológicos o históricos y hemos quedado admirados de sus grandes proezas. Sin embargo apenas nos conmueve el heroísmo de los habitantes de las grandes ciudades.
Todos los días, una pareja común, con dos hijos, que viva en el conurbano y que trabaje en el centro, puede convertirse también en la protagonista de una gran hazaña.
Por lo general, ambos se levantan bien temprano, despiertan a los chicos y los ayudan a vestirse si aún son pequeños, revisan sus útiles escolares para ver si llevan todo lo necesario, preparan el desayuno y luego alguno de los dos los lleva al colegio mientras el otro se queda acomodando el desorden, lavando tazas, tal vez poniendo el lavarropas a funcionar mientras al mismo tiempo hace la lista de compras para pasar a la noche por el Supermercado, si tienen tiempo, al salir del trabajo.
Ella apenas alcanza a bañarse, vestirse, arreglarse un poco antes de salir y correr hasta el auto justo cuando ya el marido está de vuelta en la puerta esperándola para ir al centro; es una carrera contra el reloj, pero por fin está lista a tiempo.
Todos alguna vez trabajamos o sabemos lo que es trabajar en una oficina. Si uno no tiene la suerte de ser personal estatal, en las empresas privadas las exigencias son cada día mayores; porque aunque las ventas hayan aumentado y ganen más, tener otro empleado les significa cargas sociales que incrementan los haberes a casi el doble si están en blanco.
Por lo tanto, en sus respectivas oficinas, a este matrimonio que trabaja en empresas privadas pequeñas, los papeles los tapan día a día.
Por suerte tienen un rato libre para almorzar que aprovechan para hacer algún que otro trámite, pagar facturas, etc. dejando los diez últimos minutos para el sándwich y la gaseosa, cuando pueden, porque a veces tienen que volver con apenas unas galletas en el estómago.
La tarde parece más larga, será porque tienen sueño atrasado; es que anoche se quedaron viendo una película hasta las doce. Sus movimientos son más lentos, más pausados, es que es la hora de la siesta, sin embargo es inevitable que el teléfono siga llamando.
Por fin son las seis, llega la hora de la salida y se van los dos juntos en el auto con la intención de pasar por el Supermercado, tal como lo habían planeado, porque en la heladera ya no queda más nada.
El tráfico en la calle es alienante, se forma una galleta en la Panamericana porque parece que hubo un accidente. Sí, es un camión de gaseosas que volcó y provocó un atolladero. Pero tuvieron suerte porque sólo tardó una hora el auxilio para sacarlo del medio y otra hora más les llevó a los damnificados, levantar todas las gaseosas que estaban en el suelo.
Resolvieron cancelar el supermercado porque ya era tarde y la señora que atiende a los chicos después del colegio, se va si no llegan según lo convenido, por lo cual tendrán que llamar al delivery para comer algo.
Ya son las diez de la noche y la cocina está reluciente, porque los de la casa de comidas mandaron toda la vajilla descartable. Fue una suerte después de tanto contratiempo, pero cuando miraron hacia el techo para relajarse vieron una mancha de agua que se filtraba desde el piso de arriba.
Comenzó a gotear primero, pero poco después siguió cayendo agua como si saliera de una canilla. Llamaron al encargado pero ya era tarde, se había ido a ver el partido en frente, a la casa de un vecino. Casi les da un ataque, pero por suerte lo pudieron localizar para que cerrara la llave de paso.
La intervención del portero solucionó el problema pero ya eran las once y los dos estaban tan cansados que sólo pensaron en irse a la cama de inmediato.
Pero se dieron cuenta que el nene más chico tenía fiebre y broncoespasmo, menos mal que tenían el nebulizador que lo fue calmando y se pudo dormir tranquilo después de un rato.
Se hicieron así las doce y media, igual que ayer, por una cosa o por otra nunca se pueden acostar antes, será mejor apurarse antes que otra vez pase algo.