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La Educación de los Hijos

Publicado por Malena

La Educación de los Hijos

Desde la concepción un bebé puede experimentar si es un hijo deseado o no y durante el embarazo las vivencias de su madre tendrán un efecto en él.

Contrariamente a lo que se supone, ni bien nace puede percibir el mundo, condición que le permite aprender de sus experiencias tempranas.

Nacemos pre-programados con la capacidad de aprender, que dependen principalmente de nuestras sensaciones de placer y displacer.

Con el paso del tiempo un bebé está en condiciones de asociar su llanto con la aparición de su alimento y a éste con la desaparición de su necesidad y malestar.

Al principio el llanto será su única forma de evitar el displacer y posteriormente irán incorporando modos más maduros de comunicación.

Estar disponibles es esencial para un niño, así como atender a su contención, brindarle amor, cuidados y protección.

Si los padres trabajan lo mejor es una buena sustituta, aunque hoy en día sea una solución más viable los servicios de una guardería. Sin embargo no hay que olvidar que dos madres equivalen a media madre, tres madres a un cuarto y más de tres madres es igual a cero.

En un grupo familiar existen roles y el cumplimiento de cada rol implica un conjunto de derechos, responsabilidades y obligaciones.

Todo rol en una sociedad es un papel que hay que saber interpretar. Cuanto más fielmente se cumplan las expectativas de rol, mayor serán los beneficios.

El ejercicio de un rol familiar no implica niveles o jerarquías, sino funciones.

Cuando un miembro del grupo familiar no cumple su rol o se ausenta, otro miembro del mismo grupo tiende a ejercerlo. Nunca ese rol puede llegar a ser reemplazado, sólo se puede crear el nuevo rol de suplente.

Los roles familiares son irremplazables y en ausencia del titular sólo se pueden desempeñar otras personas como suplentes, sin pretender ocupar el lugar del ausente.

El no cumplimiento de los roles producen en los niños problemas de conducta, inestabilidad, inseguridad y hasta dificultades de aprendizaje.

Los padres no pueden ser compinches de su hijo, sino sólo padres que cumplen sus funciones y establecen los límites.

Los límites de los padres deberán estar de acuerdo con las leyes de la sociedad en que viven, que en el futuro el hijo deberá también aprender a respetar.

La expectativa de rol de un padre en esta sociedad es que imponga autoridad y, aunque hoy en día también las madres trabajan, se espera además que sea el proveedor.

La autoridad no significa la facultad para someter a los hijos sino que es una función que representa la obligación de poner reglas claras, que deberán cumplir tanto los padres como los hijos.

Es necesario que los incumplimientos sean sancionados con penitencias, no demasiado rigurosas, que puedan ser cumplidas también por los padres.

La firmeza en el cumplimiento tanto de las reglas como de las sanciones, no puede flaquear, porque de lo contrario los niños aprenden a evadir los castigos y el arte de la manipulación o de violar las leyes.

La expectativa de rol de la madre es brindar afecto, protección, cuidado, atención, pero también una madre responsable puede y trabajar, estudiar y crecer junto a su marido como cualquier otra persona, pudiendo delegar a otro también responsable, sus funciones como madre, sin abandonar su rol que es intransferible.

Cuando los chicos crecen y llegan a la adolescencia la etapa educativa ya ha sido completada. Es inútil pretender seguir educando a un adolescente como si fuera un niño, porque esa etapa ya ha sido superada.

Los adolescentes que respetaron las reglas en el hogar seguramente no causarán a sus padres ningún problema de conducta social. No obstante siempre necesitarán la guía y el apoyo de los padres en esta etapa de transición, así como los límites, los cuales se deberán ir flexibilizando hasta los 18 años, porque a esa edad una persona es responsable también ante la Ley.

Nunca los padres deberán desautorizar a los maestros delante de sus hijos. Si existiera alguna controversia seria podrán debatir con los profesores pero nunca en presencia de ellos. Tampoco deberán los padres desautorizarse entre ellos frente a sus hijos.

Padres firmes y coherentes hacen hijos felices y sanos.