La percepción del tiempo.
El tiempo transcurre de manera cíclica, y los seres humanos, dependiendo la época y las culturas han construido distintas formas de medirlo.
Esto significa que lo que hoy concebimos como tiempo reglado en horas, minutos y segundos, es una construcción. Cómo percibimos el paso de ese tiempo es un asunto subjetivo.
Actualmente, siendo atravesados por la cuarentena, algo del orden de la narrativa previa que sostenía nuestro tiempo cotidiano se ha alterado. Y no es extraño observar en las personas la sensación de estar perdidos, de no poder reorganizar una rutina y, con esto, la percepción del tiempo que se ha visto modificada.
Hay quienes en este contexto sienten que el tiempo vuela, y quienes perciben que no pasa. Los días de cuarentena se transforman para muchos en un loop que no cesa.
Esto nos da la pauta de la subjetividad implícita en la percepción del tiempo. Y cómo varía su transcurso según las circunstancias, la conexión, el interés y la activa participación que tengamos en lo que esté pasando.
La era de la velocidad: las compras, el desarrollo, la tecnología, tener y saber siempre más nos introducen en una vorágine temporal que es la responsable de tantos síntomas de ansiedad y depresión.
La cultura capitalista valora la rapidez, la competencia y el éxito (¿a qué le llamamos éxito?).
La productividad exige tener que cumplir con las demandas externas del «ahora» «listo» «ya», generando la sensación de que siempre falta algo, que siempre podríamos estar en otro lugar, o que estamos perdiéndonos de algo importante.
La cuarentena ha cortado abruptamente este ritmo para muchas personas. ¿Qué pasa frente al vacío, frente a la disponibilidad de tiempo, y la prohibición?
Para algunos esto ha generado grandes problemas, para otros ha sido el encuentro del espacio que antes no podían darse, el redescubrimiento de vínculos y de formas de establecerlo, y el encuentro o reencuentro de pasiones.
La noción de productividad nos ha llevado a valorar como «pérdida de tiempo» muchas actividades de ocio, creatividad y disfrute que son sumamente necesarias para la salud mental y emocional de un individuo.
Este tiempo, a modo de una pausa, si se le da el lugar, funciona como un momento de introspección, búsqueda y replanteo de nuestra vida, de nuestros proyectos y objetivos.
La percepción del tiempo varía en función de nuestra atención y nuestra energía en el momento presente.
Si estamos desconectados, aburridos, sin ganas de nada, probablemente el tiempo transcurra más lento. Si estamos entusiasmados con una tarea, y una idea lleva a otra…perdemos de vista al tiempo, que transcurre probablemente con gran rapidez.
Cuando estamos pendientes de horarios y tareas, de obligaciones y responsabilidades e intentamos hacer muchas cosas a la vez, enfocándonos en el futuro, en lo que hay que hacer mañana o pasado, o el mes próximo, el tiempo probablemente se escurra rápido, haciéndonos sentir que nunca hay suficiente para cumplir con todo.
La ansiedad es un síntoma que se manifiesta como un pedido de ayuda ante este ritmo antes descripto. Y en esos casos habría que plantear: no es que no hay suficiente tiempo, o que el tiempo no alcanza, sino más bien que probablemente estemos pensando o haciendo más de lo que podemos llevar a cabo conservando un cierto estado de equilibrio.
La subjetividad en la percepción del tiempo nos permite entender las diferencias entre las distintas personas, y también comprender que el modo en que transitemos nuestra vida depende en gran medida de dónde nos posicionemos y qué decisiones podemos tomar para estar en mayor conexión con nuestros deseos y proyectos.