El Tiempo – Parte III
Casi todas las religiones tienen sus propios mitos sobre la creación. El antiguo testamento relata en el Génesis que el Universo se creó en un instante, y esto coincide con la teoría del Big Bang.
El Budismo refiere que el Universo es atemporal, no tiene principio ni tiene fin, y esto, recién ahora, la ciencia cree que también es posible.
En los últimos cuarenta años los científicos están llegando a comprender mejor el tiempo y estas respuestas vienen del lugar más alejado del Universo, a medida que las observaciones con telescopios que escudriñan el firmamento registran imágenes cada vez más lejanas.
Cuatro décadas atrás, se creía que nuestra galaxia era todo el Universo, hasta que un astrónomo norteamericano descubrió una estrella fuera de la galaxia a millones de años luz de distancia. El Universo por lo tanto resulta ser mucho más grande y más antiguo de lo que se pensaba y además se expande respecto de algo que no se conoce todavía y cuyo sonido nos acompaña desde hace mucho tiempo, la estática de las radios.
Los nuevos descubrimientos permiten dividir la historia del tiempo universal en cinco posibles eras cósmicas:
La era del Big Bank de alrededor de trescientos mil años.
La era en que surge toda la materia después de cien millones de años, donde vivimos nosotros ahora.
La era de la desintegración.
La era de los agujeros negros formados por estrellas que colapsaron y que irán desapareciendo también.
La era del fotón, el tiempo en desorden, con sólo partículas de luz de vasta energía invisibles e indestructibles.
Si esto fuera así el Universo no tendría final y las dos religiones tendrían razón: el tiempo es eterno, pero también tuvo un origen: el big bang y su evolución en el tiempo.
Como las partículas pueden estar en muchos lugares al mismo tiempo puede haber muchos universos paralelos con distintos tiempos.
La teoría «M» reciente, propone que los universos paralelos serían membranas en movimiento que podrían periódicamente chocar entre si y provocar explosiones cósmicas o Big Bang formando nuevos universos, sin afectarse mutuamente.
Si nosotros como seres materiales estamos formados por partículas invisibles e indestructibles, las cuales se encuentran en el núcleo de cada átomo de nuestro cuerpo y pueden encontrarse también en otros lugares al mismo tiempo, significa que básicamente somos también inmateriales y eternos.
Si dichas partículas poseen una memoria ya que permanecen ligadas entre si como partes de un mismo sistema indivisible, esta propiedad de las partículas tiene implicaciones para nosotros de largo alcance, ya que podemos inferir que también nuestra individualidad permanecerá de algún modo, aún después del fin
del Universo y del tiempo.