Interpretación de los Sueños
Un sueño es un estado de conciencia diferente al de la vigilia, donde nos parece que actuamos, sentimos, nos emocionamos, con otro cuerpo distinto al que está en reposo.
Los sueños, cuando se reiteran, pueden tener un significado simbólico, de otro modo se refieren por lo general a sucesos que nos han ocurrido los días anteriores.
Aunque en los sueños es común comportarse en una forma más desinhibida, igualmente nuestra mente aplica censura, por eso los hechos que transcurren en ellos suelen ser representaciones y no experiencias de la realidad.
Sigmund Freud escribió sobre la Interpretación de los sueños, avalado por su amplia experiencia clínica; y sus interesantes escritos sobre este tema están alcance de cualquier persona, por la claridad de sus conceptos y su elocuencia.
La interpretación de los sueños era un recurso auxiliar que le permitía analizar psicológicamente las neurosis y para él su significado era la satisfacción de los deseos insatisfechos en estado de vigilia.
El inconsciente, que no tiene moral, solo pretende resolver la excitación emocional que no logra canalizarse adecuadamente, por lo tanto durante el sueño se resuelve este desequilibrio en forma simbólica o no.
Antiguamente, en los primeros tiempos de la humanidad, los sueños se relacionaban al mundo de los seres mitológicos y se creía que revelaban verdades divinas y los secretos del porvenir.
Las prácticas de control mental modernas, proponen un ejercicio antes de dormir, que consiste en programarse para soñar a voluntad. Según los seguidores de esta técnica, si una persona se adiestra adecuadamente, hasta puede llegar a soñar los números que van a salir sorteados en la lotería.
Pero más allá de la obtención de ganancias, el sueño se puede llegar a interpretar y nos pueden llegar a revelar contenidos emocionales reprimidos en el inconsciente.
Una peculiaridad del sueño es que a veces pone a nuestra disposición recuerdos inaccesibles a la vida despierta. Podemos observar que puede llegar a desenterrar antiguos recuerdos de juventud con mucha claridad, aunque éstos no hayan sido significativos para nosotros.
La muerte de una persona cercana suele desaparecer de nuestra memoria durante el sueño, mientras que una minucia ocurrida el día anterior desempeña un papel en él.
Esto nos prueba que nada se pierde en nuestra memoria y que siempre queda una huella de todo lo que nos pasa o vemos.
Platón decía que los hombres mejores son aquellos a los que sólo en sueños se les ocurre lo que los demás hacen despiertos.
Lo cierto es que hay bastante consenso en pensar que, a pesar de parecer incoherentes y sin sentido los sueños están cargados de significado oculto inconsciente, como bien lo señala el proverbio que dice: “Cuéntame durante algún tiempo lo que sueñas, y te diré lo que dentro de ti hay”.
Un cuento para pensar
El sueño de Aristóteles
En el siglo III antes de Cristo, a los 17 años, Aristóteles ingresa en la Academia de Platón en la ciudad de Atenas. Era una verdadera Universidad, con alojamiento para estudiantes, biblioteca, y hasta un museo.
Un día, a poco tiempo de llegar, mientras caminaba por el claustro en su compañía dialogando sobre temas diversos, le relató un sueño que había tenido antes de despertarse esa madrugada.
Comenzó diciendo que era muy confuso, pero lo bastante real como para llegar a despertarlo.
Veía a un joven ataviado como un extranjero, que se encontraba perdido en el medio de un desierto.
Alguien lo estaba persiguiendo pero las piernas le pesaban y con mucha dificultad, apenas lograba arrastrarse.
De pronto tuvo una visión; la imagen de una maravillosa mujer con alas de plumas.
Fue transportado por ese bello ser hacia las alturas, y cuando estuvo a salvo ella desapareció sin decirle nada, dejándolo colgado en el aire.
Afortunadamente se despertó cuando comenzaba a caer y fue gracias a eso que se salvó de estrellarse y terminar hecho pedazos.
Platón le pidió que lo corrigiera si se equivocaba, pero para él representaba su deseo de poder enfrentar de algún modo su nueva experiencia desconocida en la escuela.
Aunque estar en ese lugar le agradaba, era para él todavía un desierto inexplorado y al mismo tiempo no podía evitar su miedo al fracaso contra el cual nadie lo podía ayudar, ni él tampoco podía hacer nada.
Bibliografía: Obras Completas de Sigmund Freud, Tomo l, Capítulo XVII, Biblioteca Nueva, 3ra.edición, Madrid, España, año 1973