La Toma de Decisión
Es difícil tomar una decisión, pero la tragedia del hombre es tener que elegir a cada momento, todos los días de su vida y tener que renunciar a aquello que no elige.
La toma de decisión es una responsabilidad y un compromiso. Una responsabilidad porque tenemos que hacernos cargo de las consecuencias y un compromiso porque nos limita la libertad para siempre, condicionando nuestras futuras decisiones; porque tomar decisiones irresponsables habilita a los demás a hacer lo mismo.
La libertad en una sociedad siempre es limitada, porque no se trata de liberarse de los compromisos sino de tener la posibilidad de elegir.
La vida es cambio y todo cambio incluye problemas que exigen tomar decisiones. Si tenemos claro cuál es el problema surgen de inmediato las distintas alternativas que pueden resolverlo. La definición del problema representa ya el cincuenta por ciento de la solución.
Suele ocurrir que haya dos alternativas igualmente atrayentes; en ese caso la elección más razonable es la que cumple con los objetivos y que tiene el menor costo ó la menor cantidad de desventajas. Por ejemplo: una desventaja de alto costo en una toma de decisión personal, es la infelicidad de los que nos rodean.
Nunca la cantidad de desventajas deberán superar los objetivos, los cuales pueden ser modificados o adaptados para disminuir los costos.
Cuando se toma una decisión hay que aceptar que tendremos que renuncias a lo que no se elige, porque no se pueden elegir dos cosas que se contraponen.
Si la decisión es conservadora tiene más en cuenta las desventajas, y si es más audaz prioriza el cumplimiento de los objetivos, minimizando el costo.
Toda decisión o proyecto tiene que estar de acuerdo con los propios valores, coherente con la propia forma de pensar, porque los errores en la toma de decisión es causa del sufrimiento humano.
Este modelo de toma de decisión, por objetivos, es similar al modelo que utilizan las grandes empresas en Japón y Estados Unidos para que sus ejecutivos puedan utilizar los mismos criterios frente a los cambios. En una empresa, la decisión correcta no puede estar nunca en contra de la filosofía de la organización.
Un cuento para pensar
Evaristo y Matilde
Evaristo Pereyra era el dueño de un circo. Estaba casado con Matilde desde hacía muchos años, una buena mujer que lo amaba. Tenía dos hijos que lo ayudaban en la administración de esa empresa, que era un muy buen negocio.
Pero la adversidad para él tuvo la forma de una mujer que no era la suya. La equilibrista del circo, que tenía más de ligera que de oficio, lo cautivó sin esfuerzo y lo arrastró lejos del hogar donde hasta ese momento había sido un buen esposo y padre.
Durante algunos meses vivieron juntos en otro pueblo y fueron felices, pero ella extrañaba su trabajo y él a su familia y las discusiones los fue distanciando; hasta que un día la mujer, después de una discusión, se fue dando un portazo.
Quedó el hombre deprimido y enfermo de tristeza, con el corazón roto, y recién recuperó la cordura cuando pensó en volver a su casa. Necesitaba pedir perdón por su falta porque se sentía culpable y solo.
Ni bien llegó, se enteró que sus hijos también se habían ido cada uno por su lado decididos a hacer sus propias vidas a su modo y el circo estaba cerrado sin nadie trabajando.
Al verlo de vuelta en su casa, doña Matilde no dijo nada, pero Don Evaristo Pereyra nunca más durmió en su cama.