Mandatos familiares: ¿qué son y en qué nos afectan?
Cada familia tiene sus códigos y mandatos. Estos son construidos mediante transmisiones de generación en generación.
Hay familias en las cuales esos mandatos se trasmiten de forma muy explícita: «Tenes que seguir esta carrera», «si haces eso no vas a conseguir pareja», etc. Y hay otras en las que los mandatos se mueven de manera implícita. Esto significa que no hay una prohibición o un condicionamiento claro, pero que se siguen jugando mediante prejuicios, valoraciones y mensajes inconscientes.
En ambos casos los mandatos ejercen una influencia sumamente fuerte. Y es el desafío del proceso adolescente revisar y confrontar estos mandatos para poder construir un camino más genuino. A veces este proceso lleva mucho tiempo, y la verdadera individuación, si se inicia, puede ser un proceso que dure toda la vida.
Los mandatos nos muestran lo que nuestro clan valora y lo que desprecia. Salirse de estos códigos puede implicar simbólica o realmente la expulsión, o el rechazo. Por este motivo, traicionar los mandatos es un trabajo tan complejo de hacer.
Muchos adolescentes o jóvenes se hallan en los extremos, entre agradar y ser reconocidos cumpliendo con los mandatos, o hacer todo lo contrario, de modo defensivo y muchas veces sin conexión con los propios deseos, sólo para molestar o contrariar esos mandatos.
El proceso de independencia implica poder alejarse y de algún modo traicionar estos mandatos. Si no se traicionan, si no se le dice NO al mandato, el camino propio puede volverse algo muy parecido a estar cumpliendo el deseo de un padre o de una madre.
En este caso ocurre que el hijo o hija se transforma en un vehículo de cumplimiento del deseo parental. No es reconocido como un otro, sino como la extensión de sus padres. Estos casos traen consecuencias negativas para el psiquismo del hijo/a que no logra construir su verdadera identidad.
Desafiar el mandato, cuestionarlo, alejarse de él, es la forma de iniciar el camino propio. A lo largo de éste, aparecerán sin duda transmisiones de lo familiar (porque de esa familia vinimos), que podrán formar parte del camino personal, siendo funcionales o no, pero participando de ese camino auténtico, en gran medida elegido.
Es importante entender a los mandatos como una construcción, y poder quitarles el peso de verdades absolutas.
Son conceptos, discursos aprendidos, que se han transmitido porque en su momento han funcionado o porque no se presentó otra opción, pero que no tienen en cuenta los cambios, el contexto, las nuevas épocas. Hay mandatos que fueron construidos en periodos de guerra, por ejemplo, y que se transmiten desde muy temprana edad a quienes están viviendo una realidad muy distinta.
Muchas veces los mandatos o discursos familiares han sido sufridos o padecidos por generaciones anteriores, y aun así se transmiten porque están naturalizados, y se considera que si ellos lo pasaron, todos deberían hacerlo.
Pero lo más difícil de los mandatos es que son en gran medida inconscientes. De modo que no está la posibilidad de revisarlos o cuestionarlos, pasan de una generación a otra de modo automático.
Por eso es muy importante la terapia psicológica que se pueda llevar a cabo en la adolescencia o la temprana juventud. Este es el momento de decisión en el plano vocacional, y el inicio del camino individual, y mediante la terapia se pueden poner en perspectiva estos discursos para así posibilitar elecciones más saludables y genuinas.