La Sinceridad
¿Se puede ser sincero en un mundo de puras apariencias?
La apariencia es lo que parece ser, no lo que es, porque lo que es, es diferente y único, es lo inesperado, lo nuevo, lo que no se parece a nada conocido.
La apariencia es el conjunto de atributos necesarios para pertenecer a un grupo.
Los grupos más cerrados y exigentes en cuanto a las apariencias suelen ser los grupos de adolescentes.
Es una etapa de la vida en la que se está en contra de todo lo establecido, sin embargo, están dispuestos a adoptar un modo de ser idéntico entre ellos, tanto o más rígido que los parámetros existentes entre los adultos.
La vestimenta se caracteriza por un engañoso desaliño que parece indolente pero que es artificial, producto de una cuidadosa selección de prendas de marcas caras. Esta condición no se puede transgredir con muchas variantes sin evitar ser catalogado de “out”.
El pantalón roto, pero no gastado por el uso, el pelo largo pero teñido y peinado a la moda, las zapatillas más caras, las camperas más grandes, la remera de onda, el arito en cualquier parte visible y un audaz tatuaje para los más osados que están dispuestos a gastar fortunas.
Cada uno, inconscientemente desea ser el otro, más alto, más flaco, más seguro de si mismo, más inteligente, más atractivo, pero menos él mismo.
Porque ser uno mismo implica aceptar ser como se es, con los errores, defectos y las virtudes, sin sentirse disminuido por la crítica ni tener miedo a la frustración, y siendo capaz de reírse de si mismo.
La cara de aburridos, cansados o hastiados, son las adecuadas, pero no se aceptan actitudes espontáneas de alegría ni conformismo, porque el gesto hosco y de desagrado es el que los distingue.
La juventud que usualmente suele ser tan rebelde frente a sus mayores, se comporta en forma solemne y tiesa en su grupo, no es capaz de transgredir sus normas pero si puede llegar a no respetar la ley.
La oposición adolescente hacia el mundo adulto solo puede lograrse en grupo, respetando sus propias normas.
Sin embargo, el paso del tiempo no se puede evitar y más tarde o más temprano es necesario dejar de ser adolescente y madurar.
Pero el que no ha sido sincero en su juventud, se ha creado un mundo a su medida para ser como quiere ser visto y actuar con esa identidad falsa. Se convence de su propia fabulación y se la cree, viviendo esa utopía mientras la pueda mantener, generalmente no por mucho tiempo.
La base de los problemas de relación es creer ser quien uno no es y actuar desde esa perspectiva, cayendo inevitablemente en la propia trampa, una máscara de si mismo que no existe pero que pretende ser real para ser aceptado y querido.
Es posible ser sincero sin alardear, vestirse con lo que a uno le queda mejor de acuerdo al físico y siendo capaces de discernir hasta qué punto sirve imitar a otros sin arriesgarse a ser uno mismo.
Porque las caretas se caen y dejan al descubierto a un perfecto desconocido, alguien que no se atreve a definirse porque necesita la aprobación de los demás.
Si se ha aprendido a copiar modelos desde la juventud, se seguirá haciendo lo mismo en la adultez y se reducirán las oportunidades en la vida, porque estarán empeñados en hacer lo que los demás hacen con facilidad aunque les resulte difícil.
Serán los mediocres, los que no saben quienes son, que tampoco podrán ver el sentido de su existencia y vivirán con pesimismo, o sea arrastrando el peso de si mismo.