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Teorías de la Adolescencia – Primera Parte

Publicado por Malena

teorías de la adolescencia - Primera parte

G. Stanley Hall (1844-1924), utilizó métodos científicos para el estudio de la adolescencia y elaboró una teoría psicológica de la recapitulación.

Esta teoría sostiene que el hombre individual atraviesa por las mismas etapas de la historia de la humanidad porque la experiencia humana se va incorporando a los genes de cada uno.

Cada ser humano, desde que nace, transita por las mismas etapas y revive el desarrollo del hombre, desde el más primitivo y salvaje que existió en el inicio de la humanidad, cuando es pequeño, hasta el más civilizado, cuando es adulto.

Hall aseguraba que las conductas inaceptables de una etapa desaparecerían espontáneamente en la siguiente y describió a la adolescencia como un período de tormenta e ímpetu, acorde con la época en que la raza humana se hallaba en plena turbulencia y transición, como un segundo nacimiento en el que aparecen los rasgos esencialmente humanos.

Según la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, las etapas del desarrollo psicosexual son determinadas genéticamente. Por ejemplo, el complejo de Edipo sería desde esta perspectiva un fenómeno universal, así como también lo son los cambios de conducta sociales y emocionales en la adolescencia.

En esta etapa, según Freud, es cuando se resuelve la situación edípica, y cuando se logra definitivamente establecer una relación sexual con un individuo del sexo opuesto.

La tarea del adolescente en este período, según este encuadre, es lograr la primacía genital y la definitiva búsqueda no incestuosa del objeto.

El poco interés de Freud por el período adolescente se debe a que su teoría considera que la vida sexual humana comienza en la primera infancia y que muchos aspectos de normalidad o anormalidad se determinan en las fases pregenitales del desarrollo sexual.

Ericsson, Fromm, Horney y Sullivan, no estaban de acuerdo con la teoría psicoanalítica porque no aceptaban que Freud otorgara tanta importancia a los instintos biológicos en el proceso evolutivo; ya que ellos reconocían que los factores sociales pueden modificar el desarrollo y los impulsos instintivos.

Para Ericsson, el desarrollo del yo se caracteriza por la adquisición de una identidad según la cultura; y si los conflictos de cada etapa se resuelven de manera satisfactoria, la etapa siguiente podrá desarrollarse en forma saludable y podrán ser integradas las experiencias anteriores a un plan de vida coherente.

Ericsson afirmaba que no es la frustración lo que produce la neurosis sino la frustración que no tiene sentido, porque cuando tiene un significado se aprende de ella, y además sostenía, que es necesario establecer la identidad del yo antes de la realización sexual.

Para Fromm, también lo más importante de la etapa adolescente es la búsqueda de la identidad y del si mismo que es lo que luego hace posible el amor maduro.

Ana Freud (1895) se interesó particularmente por el desarrollo adolescente y también en el período de la pubertad como factor determinante en la formación del carácter.

Para Ana Freud, los mecanismos de defensa típicos de la adolescencia son el ascetismo y la intelectualización.

Otto Rank (1884-1939) enfoca la naturaleza del yo desde una perspectiva más positiva, considerándola no como reprimida y neurótica sino como creadora y productiva.

Considera que el yo no tiene solo una fuerza represiva sino que también tiene voluntad y la capacidad de elegir, para poder utilizar en forma creativa los impulsos instintivos y al mismo tiempo inhibirlos y controlarlos; con la posibilidad de optar entre el ascetismo y la promiscuidad.

La psicología estructural de Spranger propone la inhibición de la gratificación sexual hasta que el desarrollo psicológico haya integrado el amor puro y la sexualidad, porque las relaciones sexuales precoces conducen a un desarrollo inarmónico y la sexualidad sin amor puro es vivida como una experiencia superficial y sin importancia.

Fuente: “Teorías de la Adolescencia”, Rolf E. Mús., Biblioteca del hombre contemporáneo, 1976.

(continúa segunda parte)