Ansiedad Generalizada
No puede permanecer ignorada la ansiedad generalizada
El tema de la ansiedad merece ser tratado desde todos los ángulos ya que a afecta en alguna medida a la mayoría de la gente.
Cuando la salud se resiente por un cuadro de ansiedad hay que parar y analizar la maquinaria en la que nos hemos metido casi sin darnos cuenta, para poder empezar de nuevo otra forma de hacer las cosas.
Es difícil bajarse de la calesita en movimiento, pero es necesario hacerlo si no queremos perder la salud.
Replantearse el modo de encarar las cosas que queremos hacer no es fácil porque a veces antes de tomar la decisión de cambiar, primero se pasa por la etapa proyectiva culpando a los demás miembros de la familia por nuestras propias decisiones.
La pregunta es: ¿Hasta qué punto necesitamos hacer las cosas en función a nuestros planes ideales sin tener en cuenta nuestras reales posibilidades?
¿Por qué nos aferramos a las ideas sin tener en cuenta la realidad?
Un Cuento para pensar
Sol cumple hoy 35 años y esperará hasta el próximo fin de semana para festejarlo. Recién es lunes de modo que le queda tiempo para llamar a todos y preparar el menú para ese día y hacer las compras.
No sabe por qué pero este tema la preocupa, le crea una cierta inquietud, una sensación de tener que apurarse para hacer las cosas cotidianas y la convicción de que no va a lograr hacer todo lo que tiene pensado hacer, a tiempo.
Sin embargo, no piensa renunciar a su fiesta de cumpleaños ni a su idea de agasajar a sus invitados como ella acostumbra.
Esa mañana se levantó temprano, preparó el desayuno para ella, su marido y los chicos, se dio un baño, y después de despachar a toda la familia, se sentó a trabajar en la computadora para sus clientes, como lo hace todos los días.
Es contadora y trabaja en su casa hasta la una. A las dos de la tarde vuelve su marido a almorzar y comen juntos.
Sol acostumbra a media mañana prepararse un café, paréntesis que disfruta plenamente, mientras organiza algo para el almuerzo, siempre que tenga todo lo necesario y no tenga que salir a comprar nada.
Después de comer, su marido lava los platos y ella sale a pagar facturas y a hacer trámites bancarios.
Ese día vuelve como a las cuatro sin aliento, sofocada por el calor y tiene que subir las escaleras porque no hay luz.
Tiene que apurarse, antes de que vuelvan los chicos del colegio, si quiere hacer algunas compras para adelantar trabajo para su fiesta del sábado.
Tratará de no venir muy cargada para no subir las escaleras con tanto peso, pero quiere ir hoy para ganar tiempo, ya que sin luz no puede hacer nada.
De pronto sintió palpitaciones, no era la primera vez, el médico le había dicho que era un problema nervioso, que no se preocupara.
Decidió no darle importancia y se mantuvo firme con sus planes.
Se dio cuenta cuando volvía que había comprado demasiado porque las bolsas le pesaban. Pero estaba sólo a una cuadra y era un pequeño esfuerzo que valía la pena, porque luego tendría más tiempo libre.
Cuando entró al edificio la luz había vuelto de modo que pudo tomar el ascensor y se salvó de subir la escalera con las bolsas.
Guardó todo y se puso a cocinar para la noche y a preparar algunas cosas para el sábado. Volvieron los chicos y dejó todo por la mitad para prepararles la leche.
Estaba cansada, parecía que sus piernas no podían sostenerla, pero igual siguió sin dar señales de cansancio para no preocupar a los chicos.
A las ocho ya había terminado con todo lo que se había propuesto pero no le había quedado tiempo para tomarse su te de la tarde, que para ella es sagrado.
Se puso de mal humor, les gritó a los chicos y cuando volvió su marido lo miró con odio.
Él le devolvió la mirada extrañado, – ¿qué te pasa, yo qué te hice ahora?
le dijo. – Estoy molida, como si un tren me hubiera pasado por encima, le contestó ella.
Comprensivo, su marido dándole un beso susurró a su oído con cariño. – Si estás cansada no hagas la cena y pedimos algo afuera.
– No, la cena ya está hecha, lo que estaba pensando es en no festejar mi cumpleaños en casa, invitaré a todos a cenar afuera.