Depresión y Salud
Tuve una vez una paciente que al visitarme por primera vez me dijo que yo era el último recurso para tratar de resolver todos sus males, porque ya no le quedaban especialistas del área de la salud para consultar.
Se había sometido a gran cantidad de estudios que no revelaban evidencia alguna de patologías, sin embargo ella seguía sintiéndose mal.
No era para mi una novedad esta introducción, ya que los médicos, cuando ya no pueden hacer más nada con estos pacientes, los suelen derivar a un Psicólogo.
Los malestares de esta señora habían comenzado después de la muerte de su esposo, ocurrida ya hacía más de dos años.
Después de esa experiencia, tuvo dolores reumáticos migratorios, empezó con dolor de rodilla, luego le siguió el hombro, posteriormente se le inflamó el nervio ciático, continuó con dolores en el talón derecho y por último mareos por problemas con las cervicales.
También sufrió de cistitis recurrente, inflamación intestinal, alergias en la piel, rinitis, otitis, laringitis, gripe estacional, estomatitis, colon irritable, etc.
Todas enfermedades más o menos importantes pero felizmente pasajeras, que pudieron solucionarse pero que estaban haciendo su vida miserable.
Su ocupación principal era atender su casa y su persona, hacer las compras y cocinar algo. Le gustaba ver televisión, visitar a sus nietos y salir con alguna amiga, pero se quejaba de sentir una opresión en el pecho después de las cinco de la tarde.
Por esa molestia se hizo todos los estudios cardiovasculares correspondientes, los cuales salieron perfectos.
Era más que obvio que esta paciente estaba sufriendo una depresión reactiva por la muerte de su esposo, que ya no le veía sentido a su vida y que había empezado a buscar ayuda al revés, primero atendiendo a sus malestares físicos y por último, prestando atención a su estado anímico.
La pérdida del compañero de muchos años es la más devastadora de las experiencias humanas, más que la de un hijo, según las estadísticas que llevan las compañías de seguros, aunque no haya sido una relación idílica.
Es la condición de soledad la que afecta, la falta del otro, el apoyo, la ausencia de su sola presencia.
Cuando la muerte ha sido precedida por una larga enfermedad, tal vez pueda vivirse como una liberación y el sufrimiento por el duelo sea menor; pero cuando la desaparición de un cónyuge es repentina se hace más difícil.
A veces, una pérdida de esta naturaleza permite al que sobrevive empezar una nueva vida, hacer cosas nuevas que nunca se atrevió a hacer y tener la oportunidad de ser una persona diferente.
Un matrimonio convencional puede haber postergado el desarrollo de una mujer si ésta no se atrevido a cambiar el patrón de comportamiento de lo que se esperaba antiguamente de una mujer casada.
Hasta puede que ni siquiera conozca el potencial que tiene, porque se ha conformado con un estilo de vida que de algún modo la satisfacía.
Todavía hay hombres que no les gusta que sus mujeres los aventajen en algún aspecto, porque pretenden superarlas en todo y hasta puede ser un orgullo para ellos mantenerlas y de este modo tener en sus manos el poder.
No hay que olvidar que el rol de sostenedor, protector y dominador está en los genes del hombre y lleva miles de años fortaleciéndose a través de todas las épocas y de todas las culturas.
Sin embargo, no creo que la solución de este modo de pensar sea convertirse en feminista, sino en darle al rol de la mujer el sentido que verdaderamente tiene.
Porque una mujer es también una persona libre que tiene que tener conciencia del derecho y la obligación de desarrollarse personalmente y de realizarse, no solamente en la familia sino también en la comunidad a la que pertenece.
Empezar de nuevo siempre es difícil, pero lo hermoso de la vida es que no existe la edad cuando uno se atreve a desplegar sus facultades. Éstas surgen solas, sin esfuerzo, con una necesidad imperiosa…quieren nacer.
Esta paciente se pudo dar cuenta de lo mucho que todavía podía hacer y de la persona distinta que era, que durante una gran etapa de su vida no había tenido la oportunidad de conocer.