El Abuso Sexual
Deja una huella difícil de borrar el abuso sexual
Romina perdió a su padre a los cinco años y cuando cumplió siete su madre se volvió a casar con Raúl, un hombre mucho mayor que ella, con una buena posición económica.
Los problemas que hasta ahora las habían azotado habían por fin terminado y tanto para Romina como para su madre comenzó una nueva vida.
A los ocho años la niña comenzó a experimentar la persecución de su padrastro que, cuando su mujer no estaba en la casa, aprovechaba esa circunstancia para manosearla.
Optó por no decir nada porque no quería preocupar a su madre ni complicar las cosas, pero los avances se hicieron cada vez más audaces hasta que finalmente un día la violó.
Los abusos se mantuvieron durante muchos años hasta que Romina cumplió los 16 años y su padrastro murió.
Su madre aparentemente nunca se enteró de estos hechos y solo la muerte pudo terminar con esta situación.
Actualmente Romina sufre de depresión y fobias, no logra insertarse laboralmente, no puede establecer una relación afectiva ni formar pareja y permanece estancada y lejos de mostrar algún signo de crecimiento.
Lamentablemente el abuso sexual infantil es un hecho demasiado habitual en las sociedades modernas. Los hogares deshechos se vuelven a formar con otras figuras que no tienen lazos de parentesco, que si también han sido víctimas de violaciones durante su infancia, pueden llegar ellos mismos a convertirse en violadores debido a estas experiencias de sometimiento en su niñez, que los inclina a adoptar conductas perversas para disfrutar del sexo.
El abuso sexual en la familia no se limita a personajes sin lazos de parentesco sino que también es habitual que lo lleven a cabo familiares directos, como padres biológicos, hermanos o tíos, generalmente en circunstancias en que quedan solos con los niños.
En la práctica clínica he tenido experiencias de chicas que han concebido hijos con sus padres biológicos, pertenecientes a hogares de condiciones humildes, que es cuando el hacinamiento familiar y la ignorancia llevan a cometer estos delitos, muchas veces con anuencia de las madres, que hacen la vista gorda ante estos hechos.
Pero estos casos no son privativos de las clases humildes sino que suelen ocurrir, también con frecuencia en las clases altas.
El índice de abuso sexual infantil es menor en la clase media; y es probable que la razón sea que en una sociedad competitiva es la clase que más se reprime, condicionada por la ilusión de progreso y ascensión social.
La prohibición del incesto, por razones de importancia, ha sido una norma que todas las culturas han tratado de mantener durante muchos siglos, sin distinción de credos o religiones.
Una relación incestuosa provoca desequilibrios en la unidad familiar y tiende a ser el origen de verdaderas tragedias.
La familia, como célula social no se podría mantener con el incesto y se disgregaría provocando desde la base la decadencia moral de la sociedad.
Es una situación que desata las más bajas pasiones como la traición, los celos, el odio, la venganza y la violencia en el seno de una familia, que si se generaliza contamina a todo el cuerpo social.
Por otro lado, la prohibición del incesto desalienta la formación de clanes obligando a los miembros de una familia a abrirse hacia otros grupos y propiciar alianzas matrimoniales con otras comunidades, favoreciendo así el intercambio.
La prohibición del incesto es una norma cultural que pertenece al inconsciente colectivo y su no cumplimiento produce serias dificultades de adaptación, problemas de personalidad y de inserción social.
Las madres tienen que evitar confiar el cuidado de sus hijos a extraños o a personas que conocen que tengan poco respeto por los valores; y permanecer alerta ante cualquier duda razonable.
Es preferible perder una pareja inmoral que destruirle la vida a los hijos.