Madres Cómplices de sus Hijos
Toda pareja tiene un modo de relación que depende de distintos factores, como por ejemplo, el carácter que tiene cada uno, el nivel de educación, la cultura a la que pertenece, sus experiencias, etc., elementos que se combinan y que le dan una dinámica propia a cada pareja.
Cuando tienen hijos, si el hombre tiende a ser autoritario e intolerante, rígido y con altas expectativas con respecto a ellos, es probable que el resto de la familia le oculte cosas que pasan y que saben que a él no le gustan.
Este modo de comportamiento familiar, mantiene alejado al padre de los problemas y al margen de las decisiones al respecto.
Desde afuera puede parecer una familia ejemplar, en la que no ocurre nada inapropiado, en donde no hay discusiones ni cambio de opiniones y todo parece ir sobre rieles.
Pero internamente puede ser un volcán en ebullición listo para explotar en cualquier momento y producir una catástrofe.
La madre suele ser el fusible de las situaciones que no se blanquean y permanecen ignoradas por el padre, cuando asume toda la responsabilidad y no permite que trasciendan los problemas de los hijos, más allá de ella, dejando a su marido de lado sin la posibilidad de ejercer su rol.
Esto puede ocurrir por muchos motivos:
1) Cuando el padre es incapaz de aportar soluciones ni entender circunstancias que no estén de acuerdo con su manera de pensar y sólo atina a enojarse, cortar la comunicación y evadirse cuando hay un problema.
2) Cuando frente a una situación inesperada y que no le agrada hace una escena y se descontrola,
3) Cuando reacciona a las dificultades con mutismo absoluto
4) Cuando se niega a pedir ayuda profesional cuando la familia la necesita.
5) Cuando evita estar en la casa más tiempo del habitual para no hablar del asunto que le incomoda
6) Cuando se niega a hablar con los profesores cuando es requerida su presencia.
La mejor manera de tratar con estos hombres es introduciéndolo en la realidad de a poco, ir preparándolo para que pueda recibir el impacto, para evitar una reacción hostil, pero nunca dejarlo afuera ni tratar de resolver las cosas unilateralmente, haciéndose la madre cómplice de los hijos.
Pero no siempre el padre es el responsable de la falta de comunicación familiar, porque también las madres suelen cometer errores muy grandes que luego tienen que lamentar.
1) Cuando sobreprotegen a sus hijos y pretenden gozar de su preferencia
2) Cuando se comportan de manera permisiva
3) Cuando se ponen al mismo nivel de los hijos y pierden el rol
4) Cuando quieren ser compinches de los hijos y les dan dinero a espaldas de su marido
5) Cuando festejan las andanzas de los hijos aunque no sean aceptables
6) Cuando desean vivir las experiencias de los hijos como propias
En estos casos, el padre no puede actuar aunque quisiera, porque ignora la situación, ya que el resto de la familia se confabula para ocultarle cosas.
Es necesario que en una familia el padre y la madre se comporten como un equipo, que pongan las reglas y las hagan cumplir y que no se solidaricen con los hijos por separado arriesgándose a perder el rol y la autoridad.
Frente a los problemas, primero, ambos tienen que escuchar a los hijos, darles la oportunidad de expresarse sin interrumpirlos ni agredirlos; siendo capaces de enfrentar lo que sea, sin juzgar, sin gritos y tratando de actuar racionalmente, si es que realmente desean ayudarlos.
Saber cuál es el problema ya es parte de la solución y de nada sirve que se oculten las cosas, porque si la relación familiar se mantiene basada en el engaño y la mentira, los hijos aprenderán a establecer el mismo tipo de relaciones y de todos modos, en algún momento se descubrirá la verdad y será más difícil la solución.
Los hijos que tienen problema siempre recurren a las madres primero; y es muy fuerte para una madre la tentación de quedar bien con ellos haciéndose cómplice y abandonar su rol, pero esta actitud tiene un precio muy alto, una carga emocional muy grande, un exceso de responsabilidad y culpa que con el tiempo llega a agobiar y hace muy difícil la convivencia.