Violencia de Género
El hombre que genera violencia familiar necesita rehabilitación y tratamiento psicológico.
La falta de control emocional produce dificultades para relacionarse, por no poder entender ni tolerar los sentimientos y los estados de ánimo de los otros.
Una persona violenta no tiene incorporados adecuadamente los roles sociales y tiene una idea distorsionada sobre la forma de resolver los problemas.
La base profunda de esta conducta es el maltrato y el abuso que esa persona recibió de sus mayores, siendo niño.
Ese monto de ira sin descargar se conserva intacto y surge cuando una escena pone a prueba su escasa sensatez y poca paciencia, movilizándole las antiguas ansiedades reprimidas que son las que desencadenan la violencia sin posibilidades de control.
Las personas violentas no han podido perdonar los agravios, y éstos permanecen vivos, revelándose ni bien el medio les envía señales de posible contrariedad o frustración.
Un violento que castiga con brutalidad es también depresivo, desconfiado y celoso; se convierte en dueño de las personas que viven a su lado y las manipula a su antojo, para demostrar su hombría, de la cual es probable que no se sienta muy seguro.
Su conducta es ambigua porque es inseguro y su capacidad de comunicación escasa o nula.
Le cuesta cumplir con sus responsabilidades y asumir los problemas y también tiene dificultades con las relaciones sexuales.
Estas personas tienen muy baja autoestima y generalmente abusan de las drogas y del alcohol.
El hombre violento no es malo ni bueno, es un enfermo que necesita tratamiento psicológico y psiquiátrico.
La falta de control de impulsos le dificulta su trabajo, el cual le cuesta mantener por su carácter irascible y además de su vida de relación afecta también su sistema de creencias.
La psicoterapia cognitiva en estos casos, se basa en el control de la conducta actual, para que el paciente tenga la oportunidad de crear un nuevo modelo de comportamiento que influya favorablemente en su vida de relación.
El paciente tiene que aprender a respetar al otro, a controlar sus impulsos y sus adicciones, a mejorar su comunicación, a tolerar la frustración, a resistir la crítica, a desarrollar el poder de empatía (o sea la capacidad de entender a los otros) y a elevar su autoestima.
La educación sexual, las técnicas de relajación y la actividad física puede cambiar el estilo de vida del hombre violento, si pone en práctica las habilidades que aprenda, si puede reconocer sus propias aptitudes y su valor como ser humano único; y si ha adquirido la capacidad para distinguir las situaciones de riesgo que lo descontrolan y si es capaz de proyectar metas positivas.
Este proceso resulta más eficaz si la persona está motivada y desea cambiar su vida; no obstante, todos tienen derecho a recibir ayuda profesional para reeducarse y tener la oportunidad de cambiar.
No sólo la pareja que sufre abuso familiar necesita ayuda psicológica, sino también los niños y los mayores que conviven en la misma casa, que en el treinta o cuarenta por ciento de los casos de violencia reciben el mismo trato.
Encarcelar al agresor aumenta el peligro para todos los miembros de la familia cuando es liberado.
La mujer de un hombre violento tiene baja autoestima y una actitud de sumisión que retroalimenta la violencia del hombre contra ella, gratificado por los beneficios y por la sensación de poder que le reporta su violencia; y aunque se divorcien, él volverá a hacer lo mismo con otra pareja, porque tenderá a relacionarse con alguien de las mismas características, que pueda manejar y que acepte el maltrato, ya que es el estilo de su forma de relación.
Esta falla grave de carácter, influirá en sus hijos y siempre será un condicionamiento que los puede llevar a hacer lo mismo.
Generalmente, estos problemas requieren un tratamiento psicológico con control psiquiátrico, prolongado, por lo menos durante dos años.
La asistencia a grupos de autoayuda, para recuperarse de las adicciones, es básica, tanto para él como para las víctimas que también necesitan ayuda terapéutica como familiares de adictos.
Fuente: “Investigación Científica-Mente y Cerebro”, Violencia de género, Enrique Echeburna, Catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, España.