Violencia Familiar y Liderazgo
La familia es el mejor continente de los hijos hasta que son mayores, porque también los adolescentes necesitan contención familiar.
Los actos agresivos los genera el miedo. El miedo es una emoción que promueve una serie de consecuencias negativas que puede llevar a una persona a cometer un hecho trágico o a lesionar gravemente a los seres que más ama.
Desde que nacen, los hijos tienen que reconocer a sus padres como los líderes del grupo familiar. El liderazgo no es una tarea de medio tiempo sino que se trata de una actitud, que no se relaciona tanto con las palabras o los gritos sino con una forma de pensar y de actuar.
Tener una familia es una decisión que implica responsabilidad y que significa aceptar que se deberá estar dispuesto a responder a las todas las necesidades de las personas que se traen al mundo.
El liderazgo de los padres es un rol que incluye autoridad para poner las reglas, tomar las decisiones y hacerlas cumplir.
El hogar es el modelo que va a formar a un niño para desenvolverse en la sociedad y es la posibilidad que tiene para identificarse y educarse.
Todos nacemos con un temperamento básico y las primeras experiencias infantiles son muy importantes para la formación de nuestro carácter.
Los niños chicos viven en el presente, no acarrean pesadas cargas del pasado, y eso les permite no asociar sus emociones con lo que está ocurriendo en el ahora.
Pero sí pueden condicionar su comportamiento con el recuerdo de la respuesta que obtuvieron con cada una de sus conductas y actuar en consecuencia.
Sin embargo, estos condicionamientos se pueden modificar con facilidad porque en ellos aún no existe el rencor ni el resentimiento y siempre que los padres cambien su forma de actuar y asuman el rol de líderes naturales de la familia.
Se aprende a ser violento y a reaccionar en forma agresiva, principalmente si se tienen padres violentos, que no sólo descargan su violencia contra sus hijos sino que también se agraden entre ellos.
La violencia sólo genera violencia y no sirve para aprender otra cosa.
La pareja que tiene una buena relación, que ha aprendido a comprender al otro, como otro diferente y lo acepta como es, está en condiciones de formar un equipo ideal para tener un hijo.
Porque para educar a los hijos es mucho más fácil cuando se trata de un padre y una madre que se apoyan mutuamente y no se contradicen delante de ellos.
Un niño tiene que saber desde que nace que sus padres son los que mandan y no él, a través del cotidiano diálogo interno que se debe establecer entre ellos a lo largo de la vida.
El diálogo interno es más elocuente que cualquier palabra y es mucho más fácil de entender que el lenguaje hablado.
El padre o la madre que se enoja abandona el liderazgo y se pone a la misma altura del niño involucrándose en una discusión.
El niño responderá adecuadamente sólo a los gestos que le indiquen que su padre o su madres están relajados, calmos y también firmes.
Calma y firmeza, dos palabras claves para la educación de un niño y para la buena convivencia familiar.