El Miedo al Apocalipsis
Apocalipsis significa lo oscuro, lo enigmático, lo tenebroso, es un símbolo que se puede interpretar de muchas maneras.
En tradiciones religiosas occidentales el Apocalipsis representa las catástrofes que supuestamente ocurrirán antes del fin del mundo.
La religión católica señala al apocalipsis como la época en que Dios vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Esta creencia en el fin de los tiempos luego de un fatal cataclismo, también existe en el Judaísmo y en el Zoroastrismo y este concepto es coherente con esas doctrinas religiosas porque sostienen que hubo un principio y si realmente fue así, es lógico que también haya un final.
Los libros sagrados judíos – particularmente el libro de Daniel – y el libro de la Revelación de los cristianos – el Apocalipsis de San Juan -; describen un trágico final de los tiempos donde los justos triunfarán gracias a la intervención divina y los malvados serán castigados.
Debido a la violencia, la maldad, la ambición y las perversiones que caracterizan la vida moderna, el tema del Apocalipsis cobra vigencia en algunos grupos religiosos y también incentiva la creatividad de escritores de ciencia ficción que hacen buenos negocios.
La verdad es que el libro del Apocalipsis de San Juan describe visiones alegóricas y símbolos que han dado lugar no a una sino a muchas interpretaciones.
Tal vez sea una forma de expresar la crisis de fe en Dios que tuvo lugar en esos tiempos como consecuencia de las persecuciones romanas y el deseo de fortalecerla, con la esperanza de una vida mejor y más justa; ya que esa doctrina considera la historia humana como una permanente contienda entre el bien y el mal que responde a un plan prefijado dentro de un todo unitario.
Estas historias son arquetípicas y pertenecen al inconsciente colectivo, y están expresando una mayor conciencia del mal y la necesidad de redención.
El mundo ha padecido hambrunas, pestes, inundaciones, terremotos, asesinatos masivos, desde que el hombre existe; es nuestra trágica condición que no es nueva en absoluto.
En todas las épocas ocurrieron calamidades, desastres, cataclismos y guerras devastadoras en todos los rincones del planeta.
Cada tragedia hace que los hombres se unan en un esfuerzo común, aún aquellos que en el pasado fueron grandes enemigos.
Todo lo que ocurre es un llamado de atención que corrige la dirección del hombre y lo lleva a cambiar de rumbo; porque la realidad siempre se impone y es la que fija las reglas y los límites y hace que ocurran las cosas para que nos demos cuenta que no podemos controlar nada.
Tenemos que observar lo que sucede en el mundo con una actitud de aceptación y sin miedo. Todos desde que nacemos ya estamos jugados, porque estamos en una pista sin red balanceándonos en las alturas y ninguno tiene garantías, Tenemos que darnos cuenta de lo relativo que es lo que nos acontece particularmente ahora a cada uno de nosotros en nuestra vida personal, frente a lo que están padeciendo otros sin haber hecho nada.
Cualquier pesar deja de tener sentido cuando se lo compara con el de quienes en un momento han sufrido la experiencia de haberlo perdido todo, familiares, casa, barrio y todas sus pertenencias, quedándose nada más que con lo puesto.
Todo eso exige empezar de nuevo desde cero, levantarse de entre las cenizas e iniciar una nueva vida con el mayor de los esfuerzos. Porque volver a reconstruir sobre los escombros representa encontrar cadáveres, enterrar a los muertos y ver como todo puede desaparecer en apenas unos pocos minutos cuando les ha llevado tantos años construirlo.
Es volver a confiar a pesar de que el suelo siga temblando bajo los pies y continúe amenazando sus vidas. Sin embargo, ese pueblo que ha sufrido una devastación, se aferra aún a una esperanza, aunque lo único que aparezca en el horizonte sean amenazas.
Los pueblos aguerridos no se dejan vencer, han trascendido sus miedos, porque todos los acontecimientos de su historia los han templado y fortalecido.
Seguir adelante es lo único que les queda, sin mirar atrás, porque si lo hacen, como les dijo Dios a los pocos sobrevivientes que se salvaron de la destrucción de Sodoma y Gomorra, se convertirán en estatuas de sal.