Regresión imaginaria en la psicosis
Volviendo a lo que nos ocupa, el triángulo simbólico Madre-Padre-Niño, implicado en el Edipo, tiene que funcionar en el progenitor, encargado, tutor, etc… En fin, eso tiene que funcionar más allá de los personajes reales que encarnen esa relación.
Esta función fálica del niño en la relación con la madre (completándola, niño como falo de la madre) Lacan lo marca con otro triángulo, que es el triángulo imaginario, donde está la imagen del otro, mi yo y el falo. No hace falta que hable para saber que se tiene que poner en posición de falo para satisfacer a la madre. Ya el hecho mismo de la relación madre-hijo es inherente a que el infans tienda a ocupar esa posición de falo, de satisfacer así a la madre.
En el medio de estos dos triángulos nos queda un espacio de la Realidad. No digamos “lo real”, porque en Lacan esto tiene todas sus transformaciones.
Digamos que esto es la banda en la que funciona la realidad: la madre (simbólica y real) el yo primordial del niño, los objetos que la madre le va ofreciendo, y el avance del yo hacia lo simbólico, en ese proceso de subjetivación.
Ahí es donde vienen los problemas en la psicosis. El problema está en la constitución de este momento de coagulación de ese Urbildt, de ese núcleo originario del yo. El problema básico en la psicosis -en todas las psicosis lo veremos- está comprometido en lo que es esta configuración narcisista, de esa primera identidad. Hay veces que hay otro tipo de fallas, que a veces lo único que se pone de relieve es ese problema imaginario. Pero pueden estar solventadas otras deficiencia de tipo simbólico, por suplencias. Es decir, se puede “ir tirando” en el orden simbólico, aunque se presentan ciertas situaciones ante las cuales no pueda responder, y haga una regresión tópica al Estadio del Espejo.
Una psicosis se desencadena, cuando en el campo de lo simbólico, en ese triángulo simbólico debiera haber los recursos necesarios para responder a determinadas exigencias de la vida. Un encuentro con algo para lo cual no tengo los elementos simbólicos necesarios para responder a eso. Por ejemplo, el encuentro con el Otro sexo. Muchas veces las psicosis se desencadenan en ese encuentro. En ese encuentro con el Otro sexo, como gran interrogante, se desencadena porque no encuentra en lo simbólico con qué responder. Entonces se da una regresión imaginaria: hostilidad, trastornos graves del esquema corporal, problemas alucinatorios que atañen al cuerpo, etc.
Pero siempre ese eso: un interrogante simbólico y una respuesta imaginaria.
Por eso, en la psicosis no hay narcisismo; puede haber megalomanía, o una exagerada relación erotómana con el Otro. Eso no es narcisismo, es una relación delirante donde mi yo es amado por el Otro. O una megalomanía: soy capaz de todo, o bien puedo ser víctima de una persecución…Distintas variantes de las modalidades psicóticas.