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Castración materna – Castración paterna

Publicado por Betina Ganim

que no hacer

Continuando con la línea de transmisión respecto de la problemática del estrago en las mujeres, que nos lleva directamente a la relación madre-hija, podemos decir que para que se abra para una mujer la dimensión fálica, para que vaya en dirección al significante fálico, es preciso que se encuentre con una madre deseante, es decir, actualizando la dimensión de una falta.

Pero lo que la clínica nos muestra muy seguido es que existen ciertas coyunturas que ponen en cuestión eso que Lacan postula como del orden de lo necesario: que la madre se remita a la palabra del padre, es decir, que esa palabra sea para ella misma una Ley. Ese mismo padre puede darle a a la madre lo que desea, en tanto es un padre potente, que tiene para darle.

En estos términos, como consecuencia de tal cuestionamiento, aparecen problemas a nivel del segundo y tercer tiempo del Edipo (para ampliar esta cuestión de los tiempos lógicos del Edipo los remito a este mismo blog, en el que le he dedicado varios posts)

Se opacan estos tiempos (Primer y Segundo tiempo del Edipo) aumentando los goce fantasmáticos inherentes al primer tiempo del Edipo (podemos resumirlo en ser el falo de la madre)

Es así que el panorama que tenemos es de dos mujeres intentando vivir a condición de eludir la función simbólica introducida por el falo. De esta manera está trabada la intervención de un «agente real» (la dimensión del Padre que debe operar en el segundo tiempo del Edipo) que pretenda reintroducir la dimensión d ella falta en sus dos vertientes: de castración de la madre de ese falo positivizado encarnado por la hija; y la castración para la hija de ser el falo de la madre. Así, caídas las mascaradas femeninas, retorna la dimensión del falo absoluto.

Para Lacan, tal retorno al falo absoluto representa un aparente callejón sin salida, desde el punto de vista estructural. Es en estos bordes donde se instala la clínica del acting out y del pasaje al acto; que no es más que la clínica de la angustia.

En tanto que se desoye la dimensión de la falta, en la zona del estrago, lo que responde a la demanda por el ser es una voz que toma un matiz injuriante u oracular: el superyó materno, que no deja de vociferar.

Jacques Lacan en su Seminario, Libro 4, «La relación de objeto» tiene una cita muy interesante al respecto, en la que deja entrever de qué modo se puede hablar del Edipo haciendo referencia a dos castraciones. Una, la castración materna, y otra posterior lógicamente, la castración paterna. La primera tiene que ver con la posibilidad de la «devoración» para el niño. La castración paterna viene a ser un sustituto de tal castración materna; lo que no significa que la castración eterna sea menos terrible, pero a la vez que lo es, posibilita un «desarrollo» dialéctico. Hay que tener en cuenta que con «desarrollo» aquí Lacan quiere decir: posibilidad de constitución de una falta.

De esta cita tan importante en Lacan podemos desprender la concepción de la dimensión de la cura que Lacan elabora a esta altura, en relación a esos callejones sin salida: reintroducir la función paterna.

FUENTE: INDART, J.C Y OTROS.UN ESTRAGO. LA RELACIÓN MADRE-HIJA. ED. GRAMA