El Superyó
El Superyó es una instancia psíquica que Freud deslinda en el aparato psíquico en su segunda acepción dentro de su teoría.
En una primera teoría de las instancias Freud hablaba de consciente, preconsciente e inconsciente.
Luego, en su segunda teoría del aparato anímico, Freud habló de Ello, Yo y Superyó.
El Superyó como la instancia cuya función se compara con la de un juez, y su juicio cae sobre el Yo.
Las funciones que Freud le adjudica al superyó, esta instancia moral del psiquismo, serán las de:
– conciencia moral;
– autoobservación; y
– la formación de ideales.
El superyó ha sido considerado clásicamente como un «heredero» del Complejo de Edipo; es decir, un efecto. Es decir que se constituye a partir de haberse interiorizado las prohibiciones y exigencias morales provenientes de los padres.
Algunos psicoanalistas anglosajones, como Melanie Klein y su escuela, consideraron que esta instancia moral era aún previa al Complejo de Edipo; que tenía una formación más precoz, en fases preedípicas, hablando así de un «superyó precoz».
Pero yendo a Freud, tenemos que en 1923, en su texto «El yo y el Ello» es cuando recién habla de una función crítica en el aparato psíquico, que se separó del Yo y lo domina. Así nos pone el ejemplo de la melancolía, patología en la que el superyo toma al yo como objeto (los remito a un artículo anterior en este mismo blog donde abordo la melancolía desde la teoría freudiana, cuyo elemento diferenciador del duelo es el «autorreproche»)
Si bien el Superyó, como dije al principio, forma parte de la segunda teoría de Freud respecto del aparto psíquico, previamente ya hablaba, en su análisis de los sueños, de una «censura»; o bien en el análiis de la neurosis obsesiva, Freud ponía ene l centro la cuestión de los «autorreproches», que no eran conscientes, sino que más bien el sujeto obsesivo padecía de prohibiciones y compulsiones provenientes de un sentimiento de culpa inconsciente. El lo llamó así a pesar de parecer algo contradictorio…
Según Freud lo establece, el Superyó se forma correlativamente a que el Complejo de Edipo declina; es decir, el niño transforma esas catexis libidinales dirigidas a sus padres, gracias a la prohibición, en identificación, interiorizando así la prohibición.
Así, encontramos que el origen de la formación de esta instancia que es el Superyó, en esa renuncia a los deseos incestuosos hacia los padres. Claro que esta instancia superyoica luego se solidifica por los aportes de la cultura, las exigencias de la sociedad en que cada sujeto se desenvuelve, en lo que tenga que ver con la religión, la educación, las cuestiones morales, etc.
Luego es difícil situar entre esas identificaciones cuáles son las que han constituido al Superyó, el yo ideal, el Ideal del Yo e incluso el Yo mismo…
En 1932 Freud aclara que el superyó del niño no se constituye por la pura imagen parental, sino con el Superyó de ellos; como si se llenara del mismo material, de las tradiciones e ideologías morales, juicios de valor y demás principio que se transmiten de generación en generación.
Con Lacan, el Superyó como función es fundamental en la clínica.