Hombres y Superyó
En la entrada anterior esbozamos la cuestión del superyó en las mujeres según lo planteó Freud en el malestar en la cultura, teniendo como eje la disyunción entre pulsión y amor.
Pero en los hombres en el camino hacia el superyó tenemos que detenernos en un segundo nivel que plantea Freud: el concepto de introyección. Esta noción implica la operación qu permite suponer que ese Otro (externo) será ubicado «adentro». Claro que en Lacan tenemos esta operación considerada en términos simbólicos. Se trata de un proceso exclusivamentre simbólico por el cual se inscribe un significante. Para Freud se trata de que el superyó es entonces la introyección del Otro, un Otro, que ya desde adentro, siempre sabe. Un Otro del que no se puede esconder, ni escapar. Si vamos al ejemplo que di en el post anterior, de la niña que sabiendo que está el dulce de leche en la nevera no se lo come por miedo a perder el amor del Otro, sin embargo puede hacerlo «a escondidas». Aquí al estar ese Otro «dentro», es imposible escapar de su ley; de esta manera es un Otro que siempre sabe, no se le puede esconder nada -dirá Freud- ni siquiera los pensamientos.
¿Cuál es la consecuencia de este planteo? La culpa universal. Desde el momento que ese Otro es introyectado, el sujeto será siempre culpable. En Freud todos los pensamientos y los deseos tienen esa cuestión incestuosa que es interdicta a partir de la introyección del Otro.
Esto puede dar una explicación a esas situaciones en las que un sujeto, víctima de desgracias varias, catástrofes, etc., se siente aún más culpable por el hecho de no sentirse amado por el Otro:»todo me pasa a mí». Es la verificación del abandono y el desamor del Otro.
Freud llama a esto la «paradoja ética»: un sujeto puede sentirse inocente en una época feliz, y culpable cuando está infeliz. El destino, dirá Freud, no es más que el sustituto de la instancia paterna.
De todas maneras, Freud no queda conforme con esta explicación en «El malestar en la cultura», y emprende otro recorrido. Es en esta segunda vuelta que le da a la cuestión del superyó que considera haber encontrado algo que solo el psicoanálisis podría haber formulado: que el surgimiento del superyó es vía la identificación.
Se trata de una introyección simbólica del Otro, que constituirá al sujeto en relación a ese Otro en tanto lugar simbólico desde el cual será juzgado. Podemos decir que se trata del Superyó en su constitución estrictamente simbólica. El surgimiento del superyó partiendo del significante.
Es decir que esa segunda vuelta que le da Freud al tema del superyó será retomar esta cuestión del Superyó simbólico en confrontación con la cuestión del goce y la renuncia pulsional. A saber, por un lado está la cuestión de la introyección en términos significantes de ese Otro externo; y por otro lado la cuestión pulsional.
Es así que el superyó ordenará las renuncias pulsionales y como consecuencia tendremos una orden superyoica de renunciar cada vez más.
FUENTE: MILLER, J-A «Conferencias Porteñas» Tomo 2. ED. Paidós.