Renuncia pulsional y superyó femenino
Pulsión y repetición fue el eje del post anterior, y la consecuencia fundamental de este planteo en Lacan nos lleva al tema del Goce, en tanto esa satisfacción interna que conlleva la pulsión.
Ahora bien, esta vez el eje será la articulación de este tema con el texto freudiano «El malestar en la cultura». Este texto plantea una disyunción entre el deseo y la pulsión. Y plantea la pregunta respecto de la renuncia pulsional, renunciar a las pulsiones. ES aquí donde podemos decir que se introduce la cuestión del superyó freudiano.
Freud sostiene esa renuncia pulsional, la renuncia a ese goce pulsional primario. Por ejemplo, una niña que sabe que hay dulce de leche en la nevera pero renuncia sin embargo a ir a comer todo el frasco. Y eso, nos dice Freud, es por el amor. Se renuncia a ese goce por amor: el padre o la madre pueden enfadarse con ella. Es decir, que la renuncia a las pulsiones se debe al amor. Pero lo peligroso o lo problemático de esa renuncia se hace a determinado nivel. La cuestión es que ese sujeto luego no solo no comerá dulce de leche, sino que no comerá nada: renunciará por amor. El sujeto luego gozará con la renuncia y tendrá como resultado un deseo insatisfecho.
Esta es la disyunción que trabaja Freud en «El malestar en la cultura». Disyunción entre pulsión y amor.
Es así que surge esta invención lacaniana del goce. Si vamos en principio al recorrido de la construcción de este concepto, podemos empezar con el superyó. Porque lo que tenemos en un principio es esa dependencia extrema del Otro. Es así que para no perder el amor del Otro, hay la renuncia a la satisfacción pulsional. De aquí parte Freud. Podemos decir que se trata de algo exterior, de una normativa moral que viene del exterior: lo malo es aquello que podría hacernos perder el amor del Otro, entonces renunciamos. Ahora bien, podemos comernos el dulce de leche de la nevera procurando que el Otro no se entere, y de ahí toda una clínica, por ejemplo, de la delincuencia.
Al hablar del superyó femenino, Freud considera que las mujeres son de renunciar más por amor, por lo que ellas no tienen superyó, dirá Freud en un momento….Es como si se detuvieran en un nivel primero , en tanto pueden perder el amor del Otro exterior si ceden a sus pulsiones eróticas pro ejemplo. De allí la mentira como instrumento eficaz para no ser capturada, para no ser vista… Es allí, dice J-A Miller en «Conferencias Porteñas» que podemos leer esta ausencia de superyó femenino tal como Freud lo plantea en ese texto.
Tenemos múltiples casos en la clínica donde esto puede verificarse, donde puede leerse esta ausencia de superyó en la mujer…pero todo esto tendrá su propio desarrollo en la teoría lacaniana, partiendo como siempre de las aseveraciones freudianas. El tema que con la cuestión del Goce femenino se hace toda una otra lectura al respecto en la que no me detendré ahora, `para seguir con la cuestión del superyó en los hombres.
FUENTE: MILLER, J-A. «Conferencias Porteñas» Tomo 2. Ed. Paidós.