Superyó femenino
¿Qué relación existe entre el superyó y el goce femenino? ¿Freud no decía que la mujer no tenía superyó, o que en todo caso, si lo tenía, no tenía las características de ferocidad que sí había en los hombres?
Bien, retomando posts anteriores en los que he hablado del superyó, con Lacan decimos que el Superyó debe ser abordado según los tres registros de la experiencia: imaginario, simbólico y real. De eso he dado un breve repaso.
J-A Miller, en su «Recorrido de Lacan», texto que tomo de referencia, nos dice que si tomamos al superyó en lo simbólico, hay que decir que la división intrínseca que existe en lo simbólico tiene al superyó como solidario de la misma.
La insensatez que se le atribuye al superyó (y que lo ubica en relación al deseo caprichoso de la madre) contribuye a esa división del campo simbólico, de la estructura significante, hasta el punto de que podemos escribir al superyó como A barrado.
Es cierto que en un momento Lacan abordó al superyó como esa figura feroz y obscena, esa hiancia que queda abierta en lo imaginario cuando los mandamientos de la palabra del otro son rechazados.
Pero hay que tener en cuenta también que esto luego es abandonado teóricamente.
El superyó no es para nada una función que atañe a lo imaginario. El superyó sí es una función; pero una función que no tiene regulación. Pasa que en ese momento de la enseñanza de Lacan, lo simbólico era la función reguladora, entonces como el superyó parecía carecer de regulación alguna, lo llevó en principio al campo de lo imaginario.
Podemos decir entonces que el superyó es una función sin reglas, sin límites. Y es por eso mismo que los analistas post – freudianos lo dejaron de lado en sus reconsideraciones.
En comparación al goce, el deseo es demasiado civilizado, digamos. Es coherente con el significante.
Ya sabemos que el goce no tiene ninguna coordinación con el significante; se necesita de la operación del Nombre del Padre para coordinar ese goce desmedido con el falo (que no es más que semblante)
Lo que sabemos es que Lacan cuanto más iba cuestionando el Nombre del Padre, más se enfatizaba la cuestión del goce, que surge de un campo diferente.
Si tenemos en cuenta el goce sin ley del deseo materno, es ahí donde tenemos que ubicar al goce. Y esto nos acerca al superyó femenino.
Para Freud, las mujeres, si tenían superyó era mucho menos severo que el de los hombres. Este sirvió para tema de debate en la comunidad psicoanalítica, pero, dice Miller, era un tema que no era más que una manera de enmascarar un problema de fondo: el goce femenino.
J-A Miller supo leer que antes que Lacan fue Kant quien articuló su «imperativo categórico» al capricho sin ley de la tirana de Juvenal; esa voz absoluta que ordena un «deber», el capricho de la mujer.
Es ahí donde podemos articular esa relación entre le superyó y el goce femenino, una articulación que atañe a lo «sin-límite».
FUENTE: MILLER, J-A. Recorrido de Lacan. Ocho Conferencias