Psicología

La guerra

Publicado por Betina Ganim

la guerraSiguiendo con los lineamientos que Freud sigue en su texto «El porqué de la guerra» -escrito en 1932 y publicado en el «33 del pasado siglo XX- iremos al segundo punto.

Recordemos que él iba tomando los puntos situados por Einsten en su propia argumentación sobre la pregunta con que ahora lo convocaba a Freud: ¿es posible evitar la guerra?

Una vez más Freud acuerda con Einstein en la segunda hipótesis que éste plasmaba en su carta. Que había en los hombres algo instintual que los sumía en la violencia, algo del orden de destruir al otro, de odiarlo; algo que tenía que ver con ese «entusiasmo» por la guerra.

ES asi que Freud se despliega sobre las últimas teorizaciones que lo llevaban a la pulsión de muerte.

Así, se explaya en comenzar por el principio, y dice que existen dos tipos de pulsiones: las pulsiones sexuales, aquellas que tienden a la conservación y la unión; y las pulsiones de muerte, las que están dirigidas a la destrucción.

Einstein, en su campo, homologaba esto a la teoría de la atracción y la repulsión, por la que explicaba la antítesis entre el amor y el odio.

Pero Freud va más allá, y dice, no nos apresuremos para darle a esta antinomia un sentido moral, digamos, en tanto lo bueno y lo malo. Porque más allá de eso, parece que de esta antítesis nacen las manifestaciones vitales.

Y si fue tan dificil teóricamente aislar unas de otras para su exposición y entendimiento, es justamente porque ambas pulsiones se complementan con las otras. Por ejemplo, las pulsiones de conservación, sexuales, necesitan por ejemplo la destrucción para conseguir su objetivo…

Esto es algo de lo que está lleno el discurso de aquellos que viene a consultar a un analista, en sus particulares manifestaciones.

Un hombre de 35 años se pregunta «¿cómo puedo tratar tan mal a la persona que más amo? ¿Por qué necesito hacerle daño?». Es solo por dar un ejemplo sobre el amor, cuando estamos hablando de guerra…bueno, queda dicho, son inseparables estas tendencias pulsionales…

Y Freud da un paso más, e invita a Einstein a acompañarlo en su exposición. Además de esta complementariedad necesaria de ambos tipos de pulsiones, hay otra cosa, que complica aún más la anterior.

Porque si bien es extraño que solo funcione una de estas tendencias en la «motivación» de un acto, es necesario que coincidan varios elemento causales con la misma estructura para que ese acto se lleve a cabo.

Entonces Freud nos dice que habrá hombres que convocados a la guerra, irán satisfechos, y lo que hay para decir es que cada uno tendrá sus propios motivos para aceptar tal incitación, sean del tipo que sean, y que lejos de poder enumerarlos (a la manera de una grilla, como se suele hacer en psicología) los resume seguramente en «un placer por al destrucción».

Sabemos por la historia misma de sucesos, períodos, guerras, que en nombre de ideales, de líderes absolutos, se ha arrasado con pueblos, con vidas inocentes, con parte de la historia…

Y frente a esto, dice Freud, pensamos en dos mecanismos que pueden generar semejante destrucción: que ese complemento de la pulsión destructiva con ideales absolutos genera cierta satisfacción; y otro posible mecanismo es, por ejemplo en la Santa Inquisición, la motivación ideal predomina en lo consciente, reforzado por causas destructivas inconscientes.

Aún Freud se detiene más en esta pulsión destructiva, último punto con el que concluiré mi comentario sobre este valioso texto freudiano.

FUENTE: FREUD, S. «EL porqué de la guerra»