Te deseo aunque no lo sepa
Decía en el post anterior, siguiendo la enseñanza de Lacan en su seminario sobre La angustia, que el Uno que se reduce a la sucesión de los elementos significantes no agota la función del Otro. Y para dar cuenta de esto se sirve de un esquema que arma en dos columnas.
A S
$ A barrado
a
Lacan llama este esquema «el primer esquema de la división». Veamos. Tenemos primero ese A, en la primer columna, que sería el Otro originario, ese Otro con mayúsculas, ese Otro como lugar del significante. En la otra columna tenemos el S, que sería algo así como el sujeto aún inexistente, que debe ser determinado por el significante.
Respecto del Otro, el sujeto que de él depende se inscribe como un «cociente», estando marcado por el rasgo unario del significante en el campo del Otro. No por ello esto implica que deje al Otro hecho trizas. En este sentido, en tanto división, hay un resto, un residuo. Ese resto, ese Otro último, irracuonal, es prueba y única garantía de la alteridad de ese Otro es el a.
Es decir, sabemos de la alteridad de ese Otro con mayúsculas porque tenemos como resto, ese a, residuo de la divisón.
Es por ello que tantos los términos $ como a, es decir, el sujeto marcado por la barra significante y el a minúscula, el objeto, resto de la puesta en condición del Otro, son términos que Lacan coloca del mismo lado: el lado «objetivo» de la barra, podemos decir. Ambor términos están ubicados en el esquema del lado del Otro, ya que el fantasma, apoyo de mi deseo, está totalmente del lado del Otro (los términos del fantasma sabemos que son $ y a)
Lo que está de mi lado, sin embargo, es es lo que me constituye como incosnciente: ese A barrado, el Otro en la medida en que no lo alcanzo.
Lacan no quiere ir más lejos en este punto, pero se aproxima el paso siguiente: la subsistencia del fantasma y la experiencia del amor. Respecto del punto en el que nos encontramos sobr ela teoría del deseo en su relación al Otro nos paorta una clave: que contrariamente a la esperanza que podría prometer la fórmula hegeliana del deseo, el modo de la conquista del otro (con minúsculas, esa lucha de puro prestigio) no es el modo que corresponde al «Te amo aunque tú no quieras».
Sin embargo, tenemos también otra fórmula: «Te deseo aunque no lo sepa», que si bien no demuestra mejor que la otra su eficacia, es porque tal vez no sea rticulable. Esto sin embargo no significa que no esté articulada. Esa fórmula «Te deseo aunque no lo sepa», por más inarticulable que sea, hacerse oir esta frase -nos asegura Lacan y nos confirma la experiencia analítica- es irresistible. Tiene unos efectos sorprendentes. ¿Por qué? porque le digo a otro, desándolo sin saberlo, lo tomo como objeto desconocido de mi deseo.
En nuestra concepción del deseo, te identifico a ti con el objeto que te falta a tí mismo.
En este punto, es importante profundizar en la idea de Lacan sobre el deseo y su relación con el Otro. Según Lacan, el deseo es siempre el deseo del Otro. Esto significa que nuestro deseo está siempre mediado por el deseo del Otro, es decir, por lo que percibimos que el Otro desea. En este sentido, el deseo no es algo que surge de nosotros mismos, sino que es algo que se nos impone desde fuera, desde el Otro.
Este concepto de deseo es fundamental para entender la teoría de Lacan sobre el amor. Según Lacan, el amor es una forma de reconocimiento del deseo del Otro. Cuando amamos a alguien, es porque reconocemos en esa persona el objeto de nuestro deseo, es decir, aquello que el Otro desea.
Por otro lado, la fórmula «Te deseo aunque no lo sepa» nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza inconsciente del deseo. Según Lacan, el deseo es siempre inconsciente. No sabemos realmente qué es lo que deseamos, sino que este deseo se nos presenta de forma enigmática, a través de los sueños, los lapsus, los actos fallidos, etc. En este sentido, el deseo es siempre un enigma, algo que se nos escapa y que, sin embargo, determina nuestra conducta y nuestras relaciones con los demás.
Por último, es importante señalar que, para Lacan, el deseo es siempre insatisfecho. No hay objeto que pueda satisfacer completamente nuestro deseo, ya que el objeto de deseo es siempre el objeto del deseo del Otro, es decir, algo que está más allá de nosotros mismos. En este sentido, el deseo es siempre una búsqueda, una falta, una ausencia que nos impulsa a buscar y a desear.
FUENTE: LACAN, JACQUES. EL SEMINARIO, LIBRO 10, LA ANGUSTIA. CLASE II: LA ANGUSTIA, SIGNO DE DESEO. ED. PAIDÓS.