Psicología

El Duelo

Publicado por Malena

Para tener consuelo elabora tus duelos.

El Duelo

Todos en esta vida tendremos que pasar alguna vez por la experiencia de la pérdida de una persona querida.

Muchos padres tratan de evitar que sus hijos menores vean a una persona fallecida que no conocen, sin embargo, por lo general se empeñan en que vean a sus abuelos o familiares cuando han muerto.

De este modo, el hecho natural de la muerte se liga a un afecto y queda en la memoria, como una percepción teñida de dolor y sufrimiento.

Sin ninguna duda es triste despedirse de las personas que queremos, pero lo más importante para el que queda, es haberse reconciliado con ellas antes que mueran.

Los duelos que no se pueden elaborar y que quedan siempre vivos lastimando y haciendo sufrir a un deudo, son aquellos de los que se han ido sin antes haber resuelto alguna situación pendiente.

Para poder enterrar psicológicamente a un muerto, es indispensable aceptar su desaparición física como definitiva.

Los rituales funerarios antiguos con ceremonias religiosas, ofrendas, cánticos y lamentos proporcionaban mayor consuelo a las familias; y la oportunidad de rendirle el último homenaje y ver enterrar a los seres queridos les ayudaba a tomar conciencia del irremediable fin de esta vida y lograr su aceptación.

Una persona normal, elabora un duelo luego de un año de la desaparición física de un ser querido. Este lapso de tiempo se puede extender hasta dos años y es considerado también normal.

Más de ese tiempo ya se trata de un duelo patológico debido a un motivo psicológico interno.

La culpa es la primera generadora de duelos sin elaborar.

Se puede sentir culpa por distintos motivos, siempre subjetivos, que pueden o no ser racionales.

La gente se puede sentir culpable por creer que podría haber evitado de algún modo esa muerte; por llamar al médico demasiado tarde, o por no insistirle a esa persona que estaba enferma para que fuera al médico, o en caso de accidentes, por permitirle algún acto de independencia lógico a una persona joven o adulta.

Los sobrevivientes de accidentes que quedan traumatizados por la tragedia, suelen creer que tendrían que haber sido ellos las víctimas y no los familiares que murieron, sintiéndose culpables por seguir vivos.

Pero lo más perturbador es haber sentido una gran hostilidad inconsciente no expresada, durante la vida de la persona fallecida, y no haberla perdonado antes de partir.

Estos duelos suelen quedar para siempre hostigando a los que quedan, no permitiéndoles ser felices ni disfrutar de la vida.

El amor y el odio son dos sentimientos que están presentes en toda relación afectiva. Si la hostilidad es mayor al amor y la persona inspiradora de este afecto fallece, es altamente probable que el deudo no pueda elaborar ese duelo.

La oración y los buenos pensamientos hacia los desaparecidos, que alguna vez pudieron inspirar gran hostilidad por sucesivos agravios difíciles de sobrellevar, suelen dar muy buen resultado para poder, al fin, liberarse de las cadenas de la culpa.

Las personas que tienen a su cargo enfermos durante mucho tiempo, pueden acumular un gran monto de hostilidad inconsciente, aunque los amen.

El sufrimiento que conlleva la atención de un inválido y la imposibilidad de llevar a cabo una vida personal sin ataduras, puede llenar de resentimiento a la persona más altruista que exista.

Sin embargo, a veces la obligación de cuidar a alguien, puede ser una manera de reconciliarse con esa persona si no se pudo mantener una relación normal durante su vida; y entonces, cuando se produce el desenlace, quedan todas las cuentas pagas.