Niños indomables
Cada familia tiene un modo distinto de relación, porque cada miembro, que es único y diferente, aportará un factor para contribuir a dotar a esa estructura, de una forma de ser propia.
Tanto el padre como la madre establecerán una forma de vincularse entre si y con sus hijos, los cuales tenderán a recrear el mismo modo de relación, que mantendrán posteriormente para relacionarse con los demás y desarrollar sus vidas en la sociedad.
Los niños criados en un ambiente calmo y armonioso, libre de peleas y actitudes violentas, es difícil que presenten problemas de comportamiento, de angustia o ansiedad o que tengan dificultades de adaptación o adicciones.
Ellos necesitan hacer una vida ordenada que respete las rutinas diarias, como las horas de comer y de dormir, debiendo evitar sus padres o cuidadores, que asocien otras actividades con la comida, como ver televisión, jugar o levantarse de la mesa; y que se acuesten tarde.
Comer juntos es el único momento en que los niños tienen la oportunidad de estar con sus padres y de comunicarse con ellos.
También es el momento de enseñarles, entre otras cosas, a que no deben abandonar la mesa sin su permiso, cómo comportarse a la hora de comer, a pedir las cosas que necesitan por favor y a decir gracias.
Un niño caprichoso y agresivo ha aprendido a obtener lo que quiere con los berrinches que sus padres han aceptado como normales y no como una conducta que se puede evitar, para bien de su hijo.
Los padres tienen que evitar demostraciones exageradas de afecto cuando los niños no han hecho nada para merecerlas y menos después de haberse comportado con agresividad o violencia, porque los condicionan a seguir actuando de la misma manera.
Además, se suelen excitar aún más cuando los padres los colman de mimos o besos, cuando están con una berrinche; excitación que al no poder ser canalizada adecuadamente, sólo servirá para tornarlos más irritables y molestos.
Es importante que los padres reconozcan las conductas favorables y las reacciones adecuadas de sus hijos, así como también sus habilidades y sus logros, para que logren la suficiente seguridad en ellos mismos, adquieran autoestima y se sientan motivados a mejorar su comportamiento.
El aprendizaje se produce por amor; porque cuando un niño se siente no querido o aceptado como es, o desplazado por sus hermanos o no se siente reconocido, reacciona con conductas agresivas y violentas, se comporta en forma caprichosa y se convierte así en un niño indomable.
Sin embargo esta situación se puede revertir si los padres asumen su rol y ponen las reglas, que deberá cumplir todo el grupo familiar.
Las reglas deben ser claras, preferentemente deben estar escritas y ser exhibidas en un lugar visible en el hogar.
Toda trasgresión de las reglas tendrá su sanción, que tiene que ser cumplida sin excepciones, sin necesidad de que ésta sea demasiado severa.
Una sanción para un niño pequeño puede consistir, en permanecer sentado en una silla, siempre la misma, durante cinco minutos.
Después de cumplida la sanción, el niño deberá aprender a disculparse, y luego se lo podrá abrazar y besar.
Esta actitud ante berrinches, caprichos o agresividad de los niños, hará que cambien y aprendan a comportarse mejor.
La firmeza y seguridad de los padres es esencial, siendo necesario que durante las crisis de conductas inapropiadas se mantengan calmos y no enojados, porque los niños asocien el enojo con falta de amor.
Antes de intentar corregir el comportamiento de un niño es necesario esperar a que se calme y esa calma se conseguirá sólo con la actitud tranquila de los padres; porque solamente una vez calmado, un niño estará en las mejores condiciones de entender lo que se le pretende enseñar.
Un ambiente conflictivo o violento le provoca a los niños ansiedad, temor e inseguridad.
Todo niño necesita límites y los padres son los encargados naturales para ponerlos.