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Las exigencias estéticas y los estereotipos.

Publicado por Lic. Maria V.

La sociedad impone prototipos de belleza y exigencias estéticas que dificultan el proceso de aceptación y valoración del cuerpo propio.

El auge de las cirugías estéticas marca la fuerza de ese anhelo por ser retocado/as, y adaptado/as a ese estereotipo constantemente.

Afortunadamente encontramos en la actualidad una tendencia a romper con esta imagen idealizada, fundamentalmente para las mujeres, cuyos estereotipos son más fuertes y las exigencias de belleza más invasivas.

A raíz de esto, hay un número de publicidades y marcas que comienzan a mostrar “mujeres reales” vendiendo sus producto.

Mas allá de que los estereotipos siguen vigentes masivamente. Hay un grupo de iniciativas, vinculadas también a los grupos feministas, que logran trastocar estas ideas y preconceptos.

Por supuesto que todo esto moviliza e inicialmente produce rechazo por parte de muchos sectores sociales, pero debemos comprender que así son los cambios de paradigma.

Siempre implican ruptura e incomodidad, porque van en contra de las tradiciones y buscan generar nuevas bases conceptuales y construir nuevos ideales.

Crecer y desarrollarnos entre esos conceptos, nos condiciona y nos mantiene rodeados de discursos, palabras, valores que van repercutiendo en nuestra personalidad.

Como toda experiencia y mandato, estos discursos llegan a conformar preceptos inconscientes que, aunque no lo notemos, producen ciertos tipos de comportamientos.

Sin duda estos ideales impuestos condicionan en gran medida a aquellos que sufren trastornos de alimentación.

Y es, en estos casos donde se puede observar la diferencia entre la imagen corporal, y el organismo propiamente dicho.

En estos casos, mayormente de Anorexia, se presenta lo que denominamos Distorsión de la imagen corporal. 

La/os pacientes se miran al espejo y ven una imagen de si misma/os que no refleja la realidad de ese cuerpo.

No ven el adelgazamiento real al que han llegado y siempre sienten que podrían perder más peso.

Aquí entendemos entonces que la imagen corporal no es equivalente al cuerpo orgánico, la imagen se construye y es eminentemente inconsciente.

Esta imagen, siguiendo a Doltó está estructurada en base a experiencias infantiles, conformada por zonas erógenas y construida en la relación lingüística y afectiva con el otro.

En gran medida está atravesada por fuertes mandatos y demandas sociales, vehiculizadas como discursos de parte de ese otro.

Estas demandas se intentan cumplir a duras penas, implicando siempre un fracaso. Ya que no es posible cumplir plenamente con este ideal.

De aquí que las cirugías generen en muchos casos una adicción. Hay algo que siempre falta, y que siempre va a  faltar.

Estas demandas implican una posición superyoica muy cruel que exige el cumplimiento aún cuando no sea posible. Y siempre pide un poco más.

De aquí se desprende la necesidad de romper con los ideales que se muestran desde los medios de comunicación.

Pero las demandas sociales no se limitan solamente a criterios estéticos. Ya desde la infancia se nos plantean estereotipos a los cuales deberíamos responder.

Los estereotipos impuestos socialmente inciden en la construcción subjetiva del niño/a.

Desde la temática de género, ya desde muy pequeño/as tenemos noticia de las características que les corresponderían a niños y niñas. Colores, elecciones de juguetes, tipo de ropa, y representaciones que abundan en discursos familiares, películas, dibujos animados, cuentos y todo aquello con lo cual los niño/as tengan contacto.

En estos momentos de desarrollo, el psiquismo incorpora estas nociones del deber-ser y posteriormente, si no están dadas las condiciones de flexibilidad en el entorno como para tolerar el no cumplimiento con estas demandas, lo que se origina es un gran sentimiento de culpa si no se cumple con lo esperado.

Es muy importante poder plantear como sociedad ideales más libres y respetuosos de la singularidad.

Es una responsabilidad social que está evitándose desde hace demasiado tiempo.

Y esto, porque la aceptación del otro como diferente de uno mismo, en su alteridad, implica una gran renuncia.

Implica renunciar narcisísticamente a aquello con lo que tuvimos que vivir nosotros para generar espacios de mayor aceptación en las futuras generaciones.

Implica, además, renunciar a lo que creemos que sabemos o lo que nos inculcaron para permitir una educación que acompañe de manera más global a aquellos que están en desarrollo.

Y más allá aún, implica concebir la complejidad del ser humano, que no admite meras clasificaciones y uniformidad. Sino que se comprende sólo cuando se contempla la singularidad de cada una/o.