Vivamos la multiculturalidad
Vivimos en un planeta global donde la pluralidad cultural y racial es más que evidente. Además, las diferentes culturas y razas ya no viven aisladas unas de otras sino que conviven en cada punto del planeta, aunque no todo lo pacíficamente que desearíamos.
La multiculturalidad es positiva y enriquecedora por naturaleza. Sin embargo, también acarrea tensiones que suelen derivar en conflictos y, en los casos más extremos, en xenofobia.
Casi siempre se trata de un asunto de naturaleza educativa. Si todos nos educamos en mantener una actitud abierta y flexible, de empatía y comprensión nos ahorraríamos muchas pérdidas de tiempo en conflictos interculturales. Pero el egoísmo, a veces inherente al ser humano, favorece el surgimiento del racismo y la xenofobia. Los sentimientos y las emociones que se derivan de estos dos conceptos pueden llegar a ser peligrosos tanto para el bienestar físico como el mental. Además, promueven sentimientos de diferenciación y separación hacia el otro.
Así, la imposición de ideas como dogma a seguir por todos genera frustración y rabia cuando nos encontramos con ideas distintas.
Es imposible aprender de los demás cuando el malestar preside las relaciones y cuando la intolerancia provoca la desaprobación constante del otro.
La filosofía de la rivalidad suele desencadenar estrés y sentimientos de resentimiento. Por no hablar de la frustración constante que produce querer ser más que otro.
Cuando percibimos al otro como un enemigo la hostilidad está asegurada.
El odio surge naturalmente en estos contextos impidiendo la expansión del amor como motor de la Humanidad.
En los casos más graves la violencia aparece en escena. De sobra conocemos los efectos devastadores de la xenofobia, el racismo o las ideologías y religiones extremistas y fanáticas.
En aras de promover inclinaciones positivas hacia la multiculturalidad y la multiplicidad de razas, es importante que desde las instituciones básicas de una sociedad como son la familia, la escuela, los medios comunicación y el Estado, se ofrezca permanentemente una formación profunda en el respeto y aceptación de todas las personas por igual independientemente de su condición raza o cultura.
Igualmente, promocionar la espiritualidad en cualquiera de sus vertientes conlleva ideales presididos por el amor la paz y la comprensión. Si bien esta enseñanzas no deben de ser impuestas.
En el mundo actual, la migración de los ciudadanos es constante por diferentes motivos: asuntos laborales, personales, conflictos bélicos o, simplemente, el placer de vivir en otro lugar y experimentar nuevas formas de vida.
Por lo tanto, tendremos que estar preparados para asimilar la cultura aceptando las normas y las costumbres del país de acogida y este último habrá de procurar integrar a sus nuevos huéspedes. Lo ideal sería que ambas culturas se enriquecieran mutuamente siempre dentro de un ambiente de respeto, Tolerancia y consideración.
Este es un dominio que se presta a que nos fijemos en cómo los niños gestionan la multiculturalidad. Para ellos, simplemente no existe. Ellos no ven el color de la piel y la forma de los ojos, sencillamente ven a niños. Tomemos, pues, ejemplo de ellos y veamos personas.