El Efecto Stroop
El psicólogo John Ridley Stroop (1887-1973), demostró el poder que tienen las palabras escritas en el cerebro.
El efecto Stroop se produce cuando La lectura de las palabras cuyo significado es incongruente con lo que quieren decir, resulta más dificultosa, por ejemplo la palabra amarillo escrita en color rojo.
Si ustedes hacen la prueba y escriben el nombre de colores pero con distinto color que el que designan, verán que les será más difícil nombrar el color con el que está escrito, si su significado difiere.
Leer es una función que el cerebro realiza en forma automática, pero para identificar los colores requiere mayor atención y conciencia, por lo que demora más tiempo.
Este fenómeno lleva a la conclusión de que la lectura es más rápida que el pensamiento.
El efecto Stroop sólo se da en personas letradas, los analfabetos y los niños de corta edad que pueden identificar los colores no manifiestan este efecto.
Se puede contrarrestar el poder de la lectura entrecerrando los ojos para impedirla, lo que hará más rápida la identificación de los colores.
El efecto Stroop no se limita a los colores; Carl Francolini y Horward aEgeth, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, en 1980 descubrieron que el efecto Stroop también se producía con los números, pues la incongruencia entre la cantidad y el significado entorpece la designación del número escrito en cifras.
Otra forma de efecto Stroop se observa en la dificultad de designar una ubicación espacial, por ejemplo izquierda, derecha, cuando la palabra escrita dice lo contrario.
Frank McKenna y Dinkar Sharmade, psicólogos de la Universidad de Reading, descubrieron que el efecto Stroop también se registra en situaciones que movilizan las emociones, por ejemplo, con palabras escritas de advertencia o peligro en colores no tradicionales.
Stanislas Dehaene, titular de la cátedra de Psicología cognitiva experimental en el Colegio de Francia, experto en formación de imágenes cerebrales, realiza investigaciones sobre la base cerebral de los números, intentando comprender algo que todos consideramos obvio: la traducción de símbolos.
Su interés se centra en las modificaciones que tiene que hacer el cerebro debido a la educación y la cultura, siendo la enseñanza de la lectura una de ellas.
En el proceso de lectura intervienen siempre las mismas áreas cerebrales.
La idea clásica es que el cerebro es como una máquina de aprender con la capacidad de adaptarse a casi cualquier tarea cultural nueva, aún la más compleja.
Según Dehaene, si esto fuera correcto los seres humanos deberíamos haber sido capaces de liberarnos de nuestros instintos y podríamos crear formas culturales completamente nuevas.
Su propuesta es que el cerebro humano tiene muchas más limitaciones de lo que creemos, que impiden el desarrollo de una amplia gama de posibilidades culturales.
La cultura humana, como la lectura, las matemáticas, la música, la religión, son ejemplos de reciclaje de la corteza cerebral y las estructuras universales que se repiten en distintas culturas, como la mitología, las tradiciones matrimoniales, el lenguaje, pueden ser atribuidas en última instancia a sistemas cerebrales específicos.
El neurocientífico Marc Changizi, del Instituto Politécnico Rensselaer, descubrió que todos los sistemas de escritura de la humanidad utilizan las mismas formas básicas. En cualquier idioma, la función de reconocer la palabra visual la asume una sola región cerebral.
Según Stanislas Dehaene, el cerebro no tuvo tiempo para evolucionar para poder leer, de modo que son los sistemas de escritura los que evolucionaron para el cerebro.
Fuente: “Mente y Cerebro”, No.47; Entrevista realizada por Gareth Cook al neurocientífico Stanislas Dehaene.