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El arquetipo del Sabio, según Carol Pearson.

Publicado por Lic. Maria V.

En su libro: Despertando los héroes interiores, Carol Pearson, educadora y autora junguiana, desarrolla características de distintos arquetipos. En este caso exploraremos el arquetipo del sabio.

Por supuesto es necesario aclarar nuevamente que el arquetipo es un concepto acuñado por Jung para hacer referencia a las imágenes primigenias, o ciertos modelos a priori que forman parte de nuestra herencia colectiva. No implican una representación en particular, sino que son, como tales, posibilidades de representación. Modos que configuran ciertas formas de percepción y acción.

Podemos observar a los arquetipos siendo encarnados por personajes, o incluso observando en nosotros mismos o en otras personas características de ellos en determinadas circunstancias de la vida. Cuando el arquetipo se manifiesta ya se considera un símbolo, porque ha adoptado una forma en particular.

Dicha esta aclaración iniciamos la descripción del arquetipo del sabio.

Según Pearson el Sabio no tiene necesidad de cambiar el mundo, su interés es el de comprenderlo. Pretende conocer la Verdad e indagar lo necesario para poder descubrirla. Este arquetipo representa la búsqueda de la verdad última y el impulso por descubrir qué se oculta detrás de las apariencias.

En nuestra vida podemos experimentarlo en momentos de insight o reflexión profundos, o cuando llegamos a ciertos puntos límite que nos permiten reconocer qué camino tomar.

El sabio busca indagar pero debe también reconocer que no puede saberlo todo. La verdadera esencia del sabio es la humildad de sus capacidades frente a aquello que lo excede, y la aceptación de la relatividad de la experiencia. Si bien al sabio le interesa acceder a una verdad objetiva, debe inicialmente aceptar las diferencias subjetivas y sus propios límites.

El arquetipo del sabio implica un desapego, un desprendimiento de pensamientos y emociones, de deseos y necesidades, una desidentificación que permite tomar una posición más alejada, de contemplación. Más que transformar el sabio acepta, guía y contempla.

Según esta autora no podemos pretender acceder a una verdad última sin primero conocer nuestros propios juicios y tendencias. Es necesario concientizar el lente desde el cual observamos la realidad, para poder, ocasionalmente corrernos de él, y posibilitar una mirada un poco más global. Es esencial iniciar la travesía de concientización de nuestros propios aspectos para poder a partir de ahí discriminar y comprender lo que nos rodea.

Por eso, el trabajo sobre uno mismo, sobre los aspectos inconscientes fundamentalmente, es un aspecto central en el camino que posibilita la sabiduría.

El sentido de humildad acompaña al sabio porque ha transitado lo necesario para reconocer su subjetividad fundamental. Y por más que busca conocer más allá de sí mismo, sabe que esta tarea nunca podrá ser lograda en su totalidad.

Como todo arquetipo el Sabio también tiene su aspecto sombrío. Su sombra lo aísla, lo vuelve distante e inaccesible emocionalmente, considerándose superior, crítico y poseedor de la verdad. En ocasiones está tan abrumado por la relatividad de la vida, que se ve impedido de actuar y queda paralizado.

Concientizando los aspectos sombríos se puede permitir el despliegue de los aspectos luminosos, en tanto son dos caras de la misma moneda.

El sabio es representado en numerosas obras del cine y la literatura. A veces, en su rol de mentor y guía, como en el caso del personaje de Gandalf en El Señor de los Anillos.