El arquetipo de Inocente, según Carol Pearson.
Los arquetipos, como mencionamos en algún artículo anterior, son formas a priori. Es un término construido por Carl Jung para hacer referencia a ciertas estructuras, imágenes colectivas, que constituyen modos específicamente humanos de concebir y actuar sobre la realidad. Los arquetipos pertenecen al inconsciente colectivo, son conformados a lo largo de la historia de la humanidad y están presentes cuando llegamos al mundo al igual que los instintos.
Los arquetipos no son imágenes consolidadas, son posibilidades de representación, que se manifiestan colectivamente, es decir, que compartimos como especie humana.
Carol Pearson, autora y educadora junguiana estadounidense, ha expandido las distintas variantes de este concepto, y en su libro, Despertando los Héroes Interiores, describe distintos arquetipos con sus respectivas características.
Los arquetipos así descritos implican nociones que representan a veces partes de nuestro psiquismo. Quedar tomado por un arquetipo implica que las características de éste nos invaden, impidiendo que otras facetas participen y ayuden a equilibrarnos.
El arquetipo aquí presentado es el del Inocente. Según esta autora el Arquetipo del Inocente es esa parte de nosotros que esencialmente Confía. Confía en los demás, en uno mismo y tiene esperanza sobre lo que va a venir. El arquetipo del inocente representa nuestros orígenes: la seguridad del vientre materno, la infancia. Si a un niño se le da amor y contención, indefectiblemente confiará en el entorno, en los demás y en sí mismo.
El inocente permite entonces confiar, ver con optimismo el camino futuro, y esperar positivamente de los otros.
Esto es necesario en cierto punto. La falta de confianza y esperanza impide en gran medida poder desarrollarnos y afrontar el propio camino. Sin embargo, la confianza del Inocente es a veces excesiva, y sino nos arriesgamos a perder esa seguridad, esa idealización, impedimos enfrentarnos verdaderamente a los obstáculos que se nos presentan.
El inocente cree a veces demasiado. Si lo insultan o rechazan se convence de que es merecedor de ese trato. Su pensamiento es absolutista, una frustración basta para anularlo en su totalidad.
Si bien es necesaria entonces una cuota de esperanza, tenemos que poder Caer de esa ilusión propia del inocente para poder crecer y enfrentar verdaderamente la realidad. El inocente con frecuencia niega los conflictos, huye de ellos, o se posiciona como víctima, adjudicando plena responsabilidad a otros por lo que le pasa. Esta posición impide el pasaje a un camino auténtico en donde responsabilizarse y arriesgarse a perder la seguridad en pos de direccionar su camino.
El inocente, según Pearson, está al principio y al final. Debemos poder confiar en que, perder la inocencia es un modo necesario para poder reencontrarla luego, esa esperanza y confianza en el mundo y en nosotros mismos. Esto es lo que en el trasfondo del camino lo moviliza, lo pone en acción. Pero para que esto sea posible, es necesaria esa caída.
Si el arquetipo del inocente toma protagonismo puede negar y evitar la caída. Evitar el riesgo, evitar enfrentarse a obstáculos. Puede pretender prolongar esa sensación de protección indefinidamente. Encontrando parejas que sigan ocupando el rol de sus progenitores e impidiéndole crecer.
Conocer los arquetipos nos permite reconocer esas partes nuestras que se ven reflejadas en ellos, para así poder ampliar la conciencia sobre nosotros mismos. Ubicando qué de lo que experimentamos es compartido y qué no, y favoreciendo nuestras capacidad de elección.