El Amor y la Sombra
Todo en esta vida se hace por amor. No existe nada en este mundo que brinde más satisfacción que hacer las cosas por amor; tanto por las cosas que hacemos, por uno mismo, por los demás y por la vida.
El amor mueve al mundo y sin amor sólo existe la muerte, el sufrimiento y la destrucción.
Las cosas más genuinas y valiosas son las que se hacen con alma y vida, actuando sin especular, auténticamente, cuando se disfruta haciéndolas, sin grandes esfuerzos ni tantos elementos, porque lo más importante siempre es sencillo.
Einstein estaba convencido que la fórmula que podía explicar el universo tenía que ser simple y no compleja y tenía razón, porque los grandes inventos siempre fueron descubiertos por casualidad y surgieron con toda su sencillez cuando el hombre estaba ocupado haciendo otra cosa.
El científico que se dedica a descubrir la verdad lo hace por amor a la humanidad y porque cree en ella.
El instinto de vida es el amor y el instinto de muerte es la depresión; y la tragedia de la vida es tener que debatirse entre esa dualidad aparentemente irreconciliable.
El hombre tiene que enfrentarse a la vida con estos dos impulsos antagónicos que le permitirán madurar, crecer y encontrar la paz interior y la plenitud o que lo pueden llevar a la corrupción y a la muerte.
El destino de los seres humanos es transitar por la vida con su sombra, la que intentará por todos los medios obstaculizarles el camino; y que sólo si actúan conscientemente y la aceptan tal cual es, podrán trascenderla.
El amor a uno mismo significa aprender a aceptarse y a perdonarse dejando de lado la rigidez de las imágenes ideales para dar lugar a la persona que cada uno es, aceptando sus circunstancias y agradeciendo la posibilidad de estar vivo.
Amarse a si mismo es aferrarse a la vida y creer en ella sin esperar demasiado, porque cuanto menos esperamos y más aceptamos los hechos como son, más objetivos logramos.
Las personas que pierden las esperanzas y caen en la depresión no pueden amar, porque están centradas en si mismas y pierden interés en todo y en todos los que la rodean. Tampoco se ama a si misma, por el contrario se odia y desea autodestruirse.
Son los que se sienten fracasados y frustrados, que han vuelto a una etapa narcisista primaria, cuando no podían reconocer a otro más que él mismo.
La persona depresiva absorbe la energía de los demás y contamina todo alrededor con su negatividad.
Cualquier circunstancia externa adversa que le toca vivir es una prueba más de la inutilidad de seguir viviendo y del sin sentido de la vida; y las pérdidas son tragedias de las que nunca se recuperan.
El hombre sabe que es un ser finito, sin embargo se resiste al cambio y a las ausencias, aferrado a su expectativa de un mundo diferente, donde no haya corrupción ni muerte.
El depresivo ve todo negro y no admite los grises; no es capaz de quererse un poco para salir de él mismo, brindarse y permitirse disfrutar de su instinto de vida por medio del amor, aceptando vivir con su sombra.