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El enamoramiento

Publicado por Betina Ganim

Voy esta vez a hablar de una de las teorías del amor que encontramos en Freud.

Él ya había iniciado este trabajo de esclarecer la vida amorosa de los sujetos. De eso tenemos constancia por sus trabajos –cuatro, a los que les he dedicado algunos posts- que fueron escritos antes, pero que fueron reunidos en sus escritos breves por Freud mismo, bajo el título “Contribuciones a la psicología del amor”.

Me referiré hoy a Freud y a su noción de enamoramiento que tenemos como referencia clásica en uno de sus textos posteriores al giro de los ‘20, Psicología de las Masas y análisis del Yo, precisamente en el año 1921.

En este texto, hay un apartado que Freud titula “Enamoramiento e hipnosis”, en el que comienza dando una idea de que el lenguaje, como en todos los casos, intenta darle un nombre a las relaciones de afecto que ocurren entre las personas; a los muy diversos tipos de vínculos afectivos que existen entre los seres humanos. El lenguaje llama “amor” a estas relaciones, pero Freud dice que existen varias escalas dentro de este mismo término.

Así, comienza con aquella variedad del amor que implica investir a un objeto sexual con el objetivo de satisfacerse sexualmente. Aquí está en juego la corriente sensual o amorosa de la que Freud ya nos había hablado en su teoría del desarrollo sexual (que vimos en posts anteriores). Pero, es evidente que cuando esas pulsiones sexuales se dirigen a satisfacerse sexualmente a partir de esa investidura de objeto, en tanto “necesidad”, una vez satisfecha esa necesidad, necesita nuevamente hacer ese rodeo por el objeto, aún sin necesitar “amar”.

Nos recuerda Freud su teoría de la libido: el niño, en la primera infancia inviste a sus objetos con esta corriente sensual que la represión luego sepulta, quedando presente como relación con los padres, una relación basada en la corriente tierna, que es la que perdura.

En la pubertad reaparecen esas mociones sexuales con intensidad, pero orientadas ahora sí a metas sexuales, y se dirigen a objetos que reemplazan de alguna manera, sustituyen a esos primeros objetos de amor.

Dice Freud que a veces sucede que las corrientes tierna y amorosa o erótica han quedado muy separadas (luego de haber operado la represión) y aparecen estos fenómenos de enaltecimiento, de veneración del objeto de amor. El amor cortés del que la literatura nos ofrece múltiples ejemplos. El hombre prendado a un objeto intocable, con el que no mantiene relaciones sexuales efectivas, digamos que no lo excita; y a la vez es muy potente sexualmente con otras mujeres a las que no ama, e incluso desprecia.

Pero, según Freud, la normalidad estaría dada por la capacidad del hombre de sintetizar ambas corrientes, amorosas y sensuales, hacia la amada.

Y dice algo así como que a mayor amor tierno hacia el objeto, más se opone al deseo sexual.

En este tipo de enamoramiento es donde vemos esa sobreestimación del objeto de amor, que carece de defectos, que es superior a cualquier otra persona. Y Freud dice que esto tiene que ver con la Idealización.

Es que, dice Freud, en el enamoramiento influye la idealización, un proceso por el cual, valga la redundancia, idealizamos al objeto. Y es así que éste aparece sobreestimado, sobrevalorado.

Hablaremos en el siguiente artículo sobre este mecanismo.