La Iniciativa Sexual en la Pareja
Muchas veces en una pareja el hombre se pregunta por qué su mujer no lo busca para hacer el amor, si es normal o anormal, si se trata de falta de interés en él, si ya no le atrae físicamente o si ya definitivamente no lo ama.
El hombre y la mujer no se comportan de igual forma durante el acto sexual. Tienen constituciones anatómicas distintas, han sido educados según su sexo, están condicionados por experiencias anteriores y viven la sexualidad de manera diferente.
Por otro lado, para unos el sexo puede tener prioridad y para otros puede tener una importancia secundaria.
Tener relaciones sexuales frecuentes hoy en día se hace difícil. Las actividades diarias tienen un ritmo frenético y hacen que muchas personas lleguen a la noche tan agotadas que lo único que anhelan cuando van a la cama es dormir; y solo los fines de semana son los días que aprovechan las parejas para estar juntos y poder disfrutar de la intimidad.
Casi todos los animales tienen rituales de apareamiento instintivos que se ponen en marcha cuando la hembra está en celo, que es cuando el macho recibe sus señales específicas que sirven para atraerlo.
Esta actitud no implica que la hembra busque al macho para copular, sino que representa el estímulo necesario que le advierte al macho, que la hembra está preparada para el acto de apareamiento.
Creo que los humanos en algunos aspectos, no somos tan diferentes a ellos porque es generalmente el hombre el que toma la iniciativa en el acto sexual y la mujer la que lo seduce.
La seducción es el verdadero rol femenino que forma parte del acto amoroso y le indica al hombre la intención de la mujer de vincularse sexualmente.
De manera que una mujer no necesita adoptar actitudes varoniles y abiertamente tomar la iniciativa actuando como parte activa, sino que su conducta específica y natural consiste en preparar el terreno mediante la seducción para atraer a su pareja.
Porque no todos los hombres responden de la misma forma frente a una mujer que toma la iniciativa como un varón, ya que a algunos, esta conducta los puede inhibir, dificultándoles la erección y llevarlos a fracasar en el acto sexual o tener una eyaculación precoz.
Es frecuente ver en las películas escenas sexuales violentas en que ambos integrantes de la pareja se arrancan la ropa mutuamente como salvajes, mostrando a una mujer agresiva y desesperada por ser penetrada por el varón.
Nada tan alejado de la realidad como esa escena suele suceder en una alcoba, cuando dos personas que se aman se encuentran para tener sexo.
Esas escenas son pura ficción, posturas teatrales que tal vez alguna mujer se atreva a intentar alguna vez en la realidad, sin demasiada convicción ni ganas.
Porque la violencia en la relación sexual y el apremio por la penetración es una conducta habitual masculina y no femenina, ya que las mujeres en general necesitan romance, caricias y mucha paciencia por parte del hombre para disfrutar del sexo.
La falta de deseo en el hombre puede tener causas orgánicas y también psicológicas de distinta índole, como por ejemplo, el estrés laboral, que puede producir preocupación y una consecuente disfunción sexual.
No obstante, una vida sexual saludable y gratificante exige liberarse de las inhibiciones, mantener una buena comunicación, ser honesto con la pareja y hablar de las propias necesidades y expectativas con respecto al sexo.
Todo lo que no nos hace felices hay que hablarlo en pareja, no precisamente en la cama sino en un lugar neutral que no sea de ninguno de los dos, como por ejemplo en un café o una plaza.
Es importante no echarse la culpa de los problemas haciendo diagnósticos improbables, porque nadie es culpable. La relación de pareja es un proceso que tendrá que atravesar por numerosas crisis en que los dos estarán involucrados y buscar un culpable no es la mejor manera de solucionar los problemas.
Cada uno es como es, con sus defectos y virtudes, y la sexualidad exige un aprendizaje y un ajuste permanente, que demandará limar asperezas, encontrar coincidencias y comprenderse mutuamente, manteniendo una comunicación fluida siempre, sin guardarse nada y sin tratar de resolver las dificultades por separado.