Relaciones amorosas desenfrenadas
Me escriben algunos lectores con la misma problemática: se encuentran involucrados en relaciones amorosas apasionadas, que lejos de hacerlos felices, los hacen sentir alienados, temerosos de perder su amor y celosos hasta volverse obsesivos.
Este estado no es privativo de los hombres sino que también lo pueden sufrir las mujeres, pero en este momento me referiré a los hombres.
Estar demasiado obsesionado por una persona puede hacer sentir incómodo a un hombre y llevarlo a comportarse en forma irracional y contradictoria.
Mientras por un lado alguien dice sentirse desesperadamente enamorado, por otro es capaz de ser infiel y luego quedar desequilibrado por los sentimientos de culpa y el temor a ser a su vez engañado.
Enajenarse en el amor, no es lo mejor, porque esta es una emoción que no dura, por otro lado, cómo se puede creer en su amor si está dispuesto a hacer el amor con otra para recuperar el control de si mismo.
Las pasiones desenfrenadas son peligrosas, porque se puede tomar al otro como un objeto y permanecer alienado por esa pasión.
Lo más grave de estos casos en particular, es la contradicción que existe entre creer “amar desesperadamente” a alguien y no obstante sentir la necesidad de relacionarse ocasionalmente con otra, aunque más no sea para tratar de desprenderse de esa pasión que no tolera.
Vivimos en un mundo donde se cumple inexorablemente una ley de la física: la ley de causa y efecto; y cualquier cosa que hagamos a cualquier nivel, tiene un efecto en el mundo físico y también en el mundo emocional interno.
La traición siempre es una actitud que trae una consecuencia no deseada, tanto para el otro como para uno mismo, principalmente en este caso, en un momento en que la pareja parece llenar totalmente la vida sentimental de una persona y cuando parece que no hay lugar para otra cosa.
Esta actitud demuestra egoísmo, falta de entrega, deseos inconscientes de deshacerse de una situación que no se entiende ni se puede manejar con cordura.
Manifiesta más incomodidad personal que sentimientos profundos y sinceros, y el desequilibrio, la preocupación y la inquietud es nada más que miedo, miedo a perder un amor por no ser capaz de querer.
Los amores pasionales son peligrosos, las personas se vuelven posesivas y dominantes, asfixian a sus parejas y no les dejan espacio para vivir sus vidas personales ni para crecer y a la vez se asustan de sus sentimientos por creer que aman demasiado.
Aman con la condición de sentirse seguros y si tienen alguna duda, se muestran celosos, malhumorados, inquisidores, fastidiosos e incluso infieles.
No podemos ser dueños más que de nosotros mismos, y esto sería a lo que todos deberíamos aspirar, y menos pretender adueñarnos de una pareja, para poder quedarnos tranquilos y sentirnos seguros de su amor. Simplemente, porque la seguridad no existe.
Ni siquiera somos dueños de nuestros hijos cuando se van del hogar, ellos deben tener su independencia, vivir sus vidas y ser libres.
El amor posesivo se convierte en odio en poco tiempo, porque no se puede renunciar a ser uno mismo; y si se renuncia, es para convertirse en un títere que pierde todo el encanto de ser único.
La libertad es la condición que tiene el amor para llegar a ser estable y prolongarse en el tiempo, porque nadie tolera cadenas que no le permitan desarrollarse y crecer ni tampoco le va agradar al otro, alguien que renuncia a ser quien es.
Tal vez en otras épocas era común que las mujeres permanecieran oprimidas y anuladas como personas individuales, limitadas a su rol familiar. Pero hoy en día pocas están dispuestas a no seguir su vocación.
La renuncia a la individualidad produce neurosis, que es el modo patológico de buscar el equilibrio canalizando la energía con sustitutos, como enfermedades, adicciones, depresión o conductas obsesivas.
Todavía puede haber hombres posesivos, que con la excusa su amor apasionado pretendan tratar a la mujer como un objeto. Es la mejor manera de perderla o de transformarla en su víctima, y en la caricatura de si misma.
El amor es desapego y tiene que existir la actitud de estar dispuesto a perderlo.