Asumir la responsabilidad.
«No soy lo que me ha pasado, soy lo que decido ser» dice una frase de Carl Jung. Y en esto radica la importancia de todo trabajo terapéutico.
Revisar la historia, la infancia, reconocer presencias, ausencias, dificultades, complejos es parte esencial del proceso terapéutico. Sin eso podemos fácilmente invisibilizar aspectos claves de nuestra historia para poder comprender un poco más quienes somos.
«De dónde venimos y hacia dónde vamos». La clásica frase que escuchamos a menudo. Conocer de dónde venimos es sin duda importante para saber a dónde ir, pero es tan importante aún poder elaborarlo y poner a disposición esa información para poder elegir, en lugar de quedar atrapados en el pasado.
Es fundamental conocer lo que nos antecede, como individuos y también de manera colectiva. La historia nos muestra que lo que vivieron nuestros antepasados tiene mucho que ver con nosotros, y que muchos de los síntomas de la vida moderna se asocian al rechazo o la poca conexión con esos aspectos. Pero esta información debe servir para tomar decisiones, elegir, elaborar y luego asumir la responsabilidad por lo elegido.
De otra forma, toda esa información a la que accedimos potencialmente puede dejarnos en un lugar muy cómodo, que es el de culpar a otros por lo que nos pasa en nuestra vida, no pudiendo muchas veces salir de ahí.
Este lugar es peligroso porque anula las propias capacidades de cambio e inmoviliza. Impide la elección, que siempre conlleva responsabilidad. En este terreno, la persona se queda en lo que «le ha pasado», motivo posiblemente de quejas recurrentes que no cesan porque no encuentran la razón fundamental para que esa situación cambie, que es hacerse cargo de ello, que no significa culparse o castigarse sino tomar las riendas del conflicto, aceptar e involucrarnos con lo que nos está pasando. Si no logramos concientizar esto, la causa de los males siempre estará proyectada en el exterior, son los demás los que tienen el problema.
Librarse de la responsabilidad es, sin duda, una tarea tentadora. Tenemos, gracias a esto, motivo de queja, lo cual suele ser un pasatiempo que implica una satisfacción. Incluso en grupalidad esta queja muchas veces se potencia y se retroalimenta con la de la otra persona. Se puede transformar en un motivo estimulante en una charla social.
Es gratificante hablar negativamente del afuera porque por contraste nos deja mientras tanto en condición «positiva», es una manera de evitar confrontarnos con las partes sombrías en nosotros mismos. Juzgar aquello que ubicamos lejano, nos alivia del juicio hacia nosotros mismos. Sin embargo, sino podemos retrotraer esos contenido a nuestro mundo interno, no habrá modificación posible.
La terapia implica precisamente esto, ubicar a la persona en lugar de agente de cambios, en su dignidad y responsabilidad con respecto a lo que le pasa. Sin esta posición el individuo puede quedar arrastrado por factores heredados, externos, inconscientes, sin poder afianzarse, separarse y tomar decisiones.
Asumir la responsabilidad es lo único que nos permite cambiar. Lo que «nos pasa» es materia prima para conocer, elaborar y transformar.