Depresión y Fin de Año
Las fiestas de fin de año son una celebración pero muchos las viven con depresión.
Cada final representa para un ser humano el símbolo de la propia finitud, porque la mente toma conciencia de lo efímero de la existencia cuando experimenta la terminación de cada uno de los ciclos de la vida.
Pasa lo mismo cada día. Cuando amanece, una persona se puede sentir activa, optimista y llena de entusiasmo para retomar el ritmo cotidiano. Pero a medida que pasan las horas su energía puede ir disminuyendo para finalmente al atardecer, cuando muere el día, llegar a sentirse embargada por la tristeza, porque la hora del ocaso llama a la reflexión, al balance y a la introspección.
También el fin de una carrera universitaria puede provocar depresión, ya que implica un cambio que exige una adaptación a una situación nueva llena de incertidumbre. Es cuando algunos estudiantes se sienten incapaces de enfrentar los desafíos de un trabajo y no confían en sus conocimientos, los cuales les parecen insuficientes y poco sólidos.
Las pérdidas ocurridas durante el año que termina, son los motivos principales para caer en una depresión, porque las fiestas de fin de año ya vividas con los seres queridos que han desaparecido, dejan una secuela de recuerdos que son difíciles de borrar, reviviendo el dolor que se ha sufrido.
La forma de vivir las experiencias es parte de la personalidad y las personas con tendencia depresiva suelen identificar situaciones como estas, de acuerdo a su acostumbrado estado de ánimo proclive a responder con tristeza ante cualquier final.
Sin embargo para la mayoría, esta celebración es vivida con la alegría propia de una fiesta que supone principalmente el reconocimiento de todo lo bueno vivido durante el año, los logros obtenidos, el crecimiento experimentado, circunstancias que algunos no logran registrar empeñándose en ver solamente la parte oscura de la realidad.
Otros se sienten agobiados por las exigencias a las que se ven sometidos a fin de año, porque no son capaces de modificar pautas de comportamiento tradicionales que no desean aceptar.
Siempre tenemos la libertad de elegir cómo pasarla bien sin molestar a nadie teniendo en cuenta nuestra comodidad y nuestras necesidades. Pero si nos aferramos al cumplimiento de costumbres familiares que nos obligan a agotar nuestras energías en el intento, estaremos predispuestos a no disfrutar de los momentos agradables que puedan depararnos estas festividades.
Algunos deciden huir y se trasladan a otros lugares adelantando las vacaciones para no ver a nadie y eludir el alud de compromisos y actividades previas a las fiestas que los enloquecen.
No es necesario participar en una celebración familiar masiva si uno no quiere. Como siempre, hay que aprender a decir que no y evitar involucrarse en una cadena de obligaciones que no todos están dispuestos a aceptar.
Termina un año pero lo más importante es que comienza otro, con nuevos desafíos, en esta vida llena de incertidumbre, en un mundo cada vez más cambiante y veloz que nos exige cada día más y que sólo podremos enfrentar con optimismo.