Psicología
Inicio General Desempleo y Depresión.

Desempleo y Depresión.

Publicado por Lic. Maria V.

El vínculo entre desempleo y depresión es muy estrecho. El tema de la ocupación en la sociedad actual genera  consecuencias en el aspecto psicológico. La identidad y la autoestima fundamentalmente se enlazan  con la ocupación de manera muy directa.

Muchas personas se identifican enteramente con una ocupación y depositan allí toda su energía. La frustración que puede generar no conseguir trabajo, cuando se busca y se desea activamente, es muy significativa. Los sentimientos de inutilidad, de fracaso personal y la falta de motivación que va generando, favorece en muchos casos el desarrollo de cuadros depresivos.

Por este motivo, en tiempos en que hay una tasa de desocupación alta, también suelen aumentar los casos de depresión.

Hay diversos tipos de ocupación y personas con objetos y proyectos también diversos. Hay quienes son felices llevando adelante un oficio o emprendimiento de manera independiente, y quienes tienen la necesidad de trabajar en relación de dependencia. Aquí hablamos de desocupación en casos en que la persona, de manera prolongada y contrariamente a lo que desearía, se encuentra sin ingreso y sin poder llevar adelante una actividad que le reditúe económicamente. En Argentina el tema del desempleo es muy complejo y la idea no es ahondar en esta temática, sino simplemente hacer foco en la relación entre el desempleo y los aspectos psicológicos, específicamente los cuadros de depresión.

El trabajo genera en muchas personas sensación de autovaloración. Sentir que pueden llevar adelante una tarea y que reciben por eso una devolución. Cuando esto no ocurre se puede ver debilitada esta idea, sintiendo, por el contrario, que «no hacen nada bien» o atribuyendo la falta de empleo a características de su persona.

En estos casos el sujeto se convence de que no consigue empleo porque él no lo vale, en lugar de observar el complejo entramado socioeconómico que está detrás.

El trabajo, en muchos casos le devuelve a la persona una sensación de utilidad y reconocimiento. Implica la validación externa que a veces necesitamos, esa devolución que ratifica que podemos hacer algo, que somos capaces. Lamentablemente este es el peso que a veces se deposita en lo laboral. Cuando en realidad sabemos que esa valoración personal debe ir elaborándose internamente. Conseguir o no un trabajo no determina nuestra validez y capacidad.

Mantener la actividad y desarrollar la autonomía, que son asuntos que el trabajo posibilita en gran medida, a veces no encuentran lugar si la persona no consigue empleo. Esto se transforma en un círculo vicioso, la falta de empleo desarrolla mayor pasividad y dependencia, que a la vez genera angustia y mayor dificultad para salir de esa situación.

A veces esta posición genera cierta satisfacción, porque mantiene a la persona con menor responsabilidad, pudiendo adjudicar a su falta de empleo la causa de todos sus males. Sin embargo, esto es algo que debe analizarse en el caso por caso, ya que de ningún modo es así en todos los casos.

«El trabajo dignifica» es una frase controversial. Es cierto que mantenerse en actividad ayuda al sujeto en muchos aspectos, pero es fundamental poder reconocer que sus capacidades y valoración personal no dependen de un empleo. Son herramientas que el sujeto debe sentirse empoderado para desplegar independientemente. Esto, por supuesto, depende de la situación socioeconómica y en qué medida las necesidades básicas esté cubiertas. Hay caminos que difícilmente se pueden construir en estado de total vulnerabilidad.