Evaluación de custodia: lo mejor para el menor
Una noche normal de un día cualquiera, tu pareja te mira a los ojos y te dice: «Quiero el divorcio». Te invade un torbellino de emociones, sientes como si una losa te aplastara. Los días pasan, la nueva situación se impone y es el momento de tomar decisiones importantes. La que nos ocupa se relaciona directamente con los hijos. También sus rutinas van a cambiar, sus vacaciones se verán modificadas, y , sobre todo, hay que dictaminar con quién van a vivir. Es decir, qué tipo de custodia va a regir la vida de los niños. Si los padres acuerdan una separación «amistosa» donde se imponga el bienestar de los hijos por encima de orgullos, venganzas, o celos, serán ellos mismos los que regulen tanto las visitas como con quién vivirán y cuándo.
Por el contrario, son habituales los casos de divorcios conflictivos que precisan de un litigio para lograr una resolución o un convenio en relación a la guarda y custodia de los hijos menores. Aunque es el juez el responsable de decidir procurando velar siempre por el bienestar económico y psicológico del menor, requiere de la colaboración de un examinador experto para disponer de toda la información relevante. Este examinador, un psicólogo forense, tendrá que analizar al detalle la situación familiar de manera global e individual. Contando con sus habilidades como observador, mantendrá entrevistas, analizará los datos derivados de tests psicométricos seleccionados por su validez y fiabilidad y expondrá todos los datos obtenidos así como las conclusiones en un informe minuciosamente redactado.
Hay ciertos aspectos que suelen ser incluidos en la evaluación por ser considerados determinantes para la toma de decisiones. Ante situaciones de maltrato físico infantil, abuso sexual o de violencia doméstica, el psicólogo debe ser extremadamente meticuloso tanto en la recogida de información como en el diagnóstico por tratarse de casos altamente sensibles.
La idoneidad de los progenitores es otro de los talones de Aquiles de este ámbito. Es imprescindible no implicarse con ninguna de las partes e inspeccionar el asunto con perspectiva. Habrá de tener en cuenta las pautas de crianza, las habilidades de comunicativas, y tendría que ahondar en las personalidades de ambos para precisar la competencia y cualificación como educadores.
Por otro lado, habrá de considerar las necesidades del niño detectándolas e incluyéndolas como factor decisivo. El menor es el gran protagonista de esta historia sin haber Bajo este apartado, incorporamos los efectos del cambio de domicilio, de colegio, incluso, si el niño tiene necesidades educativas especiales. En suma, se analiza todo el universo infantil con el único propósito de localizar la mejor opción, o, al menos, la menos dañina.
Por último, de manera ordinaria, el psicólogo realiza una sera de recomendaciones sobre la guarda y custodia que afectan tanto a los padres como al cuidado de los menores a cargo.
Como cualquiera puede imaginar, estos procesos suelen ser dolorosos, lamentables, desoladores y costosos para los adultos. Es predecible el efecto traumático que pueden ejercer en niños pequeños que no entienden lo que está pasando alrededor y que perciben un ambiente hostil entre sus padres, llegando una parte a ser desvalorizada por la otra ante la atenta mirada de un menor cuya personalidad está aún formándose. Estos son los conflictos que marcan la infancia y que explican conductas desadaptativas futuras.
Por tanto, no es éste el momento de ser egoístas y de pensar en el daño que nos han hecho. Es en estas ocasiones donde se demuestra la valentía y la valía anteponiendo la felicidad de los niños y priorizando su bienestar ante todo.